Complejo, pero sencillo. El traslado de las obras fue fácil, pero con una complejidad importante. Las dimensiones impedían su transporte por el muelle de carga, obligando a desmontar las puertas de entrada del centro para poder sacarlas con cuidado a través de ellas. | Pere Bota

TW
0

A primera hora de la mañana de este lunes arrancaba en la Fundació Miró Mallorca una mudanza algo diferente en cuanto al contenido. Dos de las piezas más importantes de su colección, y sin duda dos de las más grandes en cuanto a dimensiones, las telas blanca y negra de Miró, abandonaban momentáneamente la sala de exposiciones del edificio Moneo, en las que reinaban debido a su tamaño, para viajar en camión hasta es Baluard Museu d’Art Contemporani, donde vivirán una temporada de dos años con nuevos vecinos artísticos.

El director del centro, Francisco Copado, supervisó de primera mano todas las labores que implicaron este traslado y que no eran pocas. «Debido al tamaño de las obras, no pueden ser descargadas en el muelle de carga, de modo que tenemos que llamar a un herrero para que desmonte las puertas de la entrada para poder sacarlas por allí», explicó a este diario.

Satisfacción

A su vez, Copado se mostró satisfecho y al mismo tiempo «en tensión», porque esta tarea de transporte supone el inicio de la fase final de los preparativos para el arranque de las obras de rehabilitación y reforma del edificio Moneo, algo muy esperado por él mismo, pero no deja de ser un quebradero de cabeza porque hay que estar al tanto de muchas cosas.

En cualquier caso, la mudanza se llevó a cabo sin mayores incidentes, aunque sí contó con los clásicos imprevistos de última hora. Por ejemplo, y esto es indicativo del tamaño de las piezas, el camión que debía transportarlas era demasiado pequeño para las dos, de modo que se hizo todo en dos viajes.

Ambas piezas, que han estado siempre en la Fundació, están fechadas en 1973, la blanca, y 1974, la negra, y carecen de título. Tienen una altura de más de dos metros y una longitud de más de tres, y aunque sí habían viajado alguna vez, había sido siempre en periodos de tiempo más o menos breves. Ahora, gracias a la colaboración entre la Fundació Miró y el museo de Es Baluard, pasarán dos años en el centro de arte contemporáneo.

Las piezas, de las que hay documentación desde el año 69, pasaron prácticamente toda su vida en el Taller Sert hasta 1983, cuando Joan Miró falleció. En ellas, el pintor utilizó «diferentes técnicas» y las trabajó de manera «intermitente», según explica Copado, aunque también «habla del proceso largo de creación de las mismas y de cómo el artista las fue conformando en el tiempo». Son, sin duda, «dos de las piezas más importantes y fundamentales de la colección».

De esta manera arranca el vaciado de las salas como preparación a las necesarias y esperadas obras de rehabilitación del edificio Moneo. Esta semana, de hecho, será la última en la que podrán visitarse las exposiciones de este enclave antes del inicio de las obras, el día 2 de noviembre. Tras esa fecha, el resto de las piezas serán trasladadas al depósito de la Fundació, donde permanecerán hasta la finalización de las mejoras.

Será la primera vez en la historia del centro que las salas permanecerán vacías durante tanto tiempo, un periodo aproximado de dos meses, aunque la necesidad de las reformas era ya inaplazable. «El grado de desperfecto era bastante elevado y se producía filtración de agua a las salas». Por ello, en aras de la correcta conservación de las obras, el edificio y la seguridad de los visitantes, los Miró se mudan por reformas durante un tiempo.