El escritor Víctor Gayà, posando para esta entrevista. | Jaume Morey

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Víctor Gayà (Palma, 1952) asegura que «cuando muera, no quiero quedar como una efeméride; me gustaría que fuera un desaparecer silencioso, amable y sensual». Sobre la muerte –y, por ende, la vida– reflexiona el escritor en su nuevo libro, Thálamos (Nova Editorial Moll), un volumen que se nutre de 25 textos poéticos y una cantata compuesta por Mercè Pons, que verá la luz en 2022 en una puesta en escena que irá a cargo de la formación Studium Aureum, dirigida por Carles Ponseti. Está previsto que el próximo mes de noviembre se celebre una presentación, cuya fecha y lugar están pendientes de confirmar.

Thálamos surge, a su vez, de otro libro, Com la sequera (Editorial Moll, 2004), una «crítica vigorosa contra el culto a la muerte» y «una detracción de los muertos fosilizados».

«Empezó con la rabia que sentí por una pérdida muy dolorosa. Poco a poco fui relativizando la rabia y conseguí sobreponerme a ella no con conformismo, sino como una visión de la muerte como algo natural y que se puede vivir como un aspecto más de la vida. Sobre todo también viéndolo desde el punto de vista de los que se quedan. En mi caso, me gustaría quedarme como una sensación, no como una fotografía o un conjunto de libros, sino como la sensación que tienes un día que sales a la calle en un día claro de invierno en una agradable noche de verano», matiza.

Recuerdo

«Si pudiera marcharme de ese modo sería fantástico, irme sin perturbar a los que me han querido. Tampoco quiero dar instrucciones, porque creo que hay que dejar fluir la vida. Muchos creen que el recuerdo es como un consuelo, pero yo prefiero irme como una sensación», insiste el escritor.

De hecho, en Thálamos, Gayà denuncia la «sacralización» de la memoria y reivindica la «generosidad» de dejar ir a un ser querido. «El olvido no se tiene que forzar, hay que dejar que la sabia naturaleza haga lo suyo y fluya hacia la serenidad para que, al final, se quede en una sensación. Ahora no tanto, pero hace un tiempo, había muchas viudas, pues los hombres vivimos menos, que llevaban luto un año y medio. Tenías que sufrir, porque el olvido implicaba culpabilidad. Cuando alguien muere, uno se siente responsable de mantener viva su memoria», detalla el escritor.

Música

En cuanto a la parte musical, el autor explica que después de la grata experiencia de Rèquiem (Lleonard Muntaner, 2018) que se estrenó como concierto para cuarteto de cuerdas a cargo de la Fundació Studium Aureum, dirigida por Carles Ponseti, y con la composición musical de Mercè Pons, volverá a contar con el mismo equipo para Thálamos.

«Mercè y yo conectamos muy bien, entiende y capta a la perfección lo que quiero decir y se mete de lleno en el texto. En Rèquiem, los poemas seguían una estructura de misa de muertos e iban acompañados por un CD y, en el recital, se leían estos textos con música. En el caso de Thálamos, es una cantata, lo que añade dificultad a la composición, pero le da mucha más relevancia a los elementos que la conforman», compara.

«Como el propio nombre indica, serán canciones cantadas por dos solistas, una soprano y un tenor, acompañados por un coro. En conjunto, se constituirá un diálogo cuya idea es thálamos», avanza. En este sentido, la noción de thálamos, apunta Gayà, hace referencia al lecho conyugal, el dormitorio de los amantes. Y, por extensión, alude al erotismo y a la intimidad. «¿Y dónde vamos a dormir todos? A la tumba. Así quedan ligados los conceptos de eros y thánatos, la relación entre el descanso cotidiano y el descanso eterno».

«La composición musical es complicada porque los versos del poemario son libres, por lo que cantarlos no es sencillo. Aquí el ritmo es cambiante y también lo son las medidas de los versos. He podido escuchar algunas partes de la cantata y la verdad es que me ha encantado», afirma.

Coronavirus

El coronavirus también ha provocado retrasos en el proceso de creación. «Mercè compuso la cantata entre 2019 y 2020, pero después llegó la pandemia y no se ha podido llevar a cabo hasta ahora», puntualiza. «La cantata ya estaba muy pensada y estructurada cuando estalló la pandemia, por lo que el contexto ha influido poco y, en mi caso, todavía menos», añade.

«Durante la pandemia fui miembro de jurado de un premio literario de poesía. Era el principio del confinamiento y nos hacían llegar los textos de forma telemática. En marzo o abril ya me encontré con textos que hablaban sobre la pandemia y me pareció que todo era demasiado rápido. Si eres un genio, lo puedes hacer, pero tienes que ser muy bueno para que te salga una obra profunda e interesante con tan poco tiempo para tomar perspectiva», recuerda.

«Me acuerdo que cuando en 2001 ocurrió el atentado de las Torres Gemelas estaba escribiendo una novela, Víctor Fox, y me quedé en shock, paralizado. No podía continuar escribiendo como si nada hubiera pasado, así que incorporé un párrafo, como un flash, para poder continuar tranquilamente con la trama. Lo mismo ocurre con la enfermedad o la muerte, cuando crees que está superado, puedes escribir sobre ello desde la serenidad, no como falta de emoción, que no es lo mismo, sino desde la serenidad. Es como cuando vas de viaje y ves los monumentos a través de la cámara. Primero tienes que mirar y, cuando lo hayas hecho, ya harás la foto», concluye Gayà.