Andreu Riera (izquierda) y Magí Garcías, durante uno de los ensayos. | Pere Bota

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Cuatro ojos ven más que dos, como suele decirse, y sin duda ayer fueron muchos más que cuatro los que pudieron ser afortunados testigos de ver –y sobre todo oír– el recital que Magí Garcías y Andreu Riera ofrecieron dentro del Festival Mozart de Pollença.

Fue desde el Claustre de Sant Domingo donde la música del compositor alemán resonó con su característica brillantez, primero con aires alegres, luego algo más dramáticos, y, finalmente, el gran colofón final: dos pianos de cola uno al lado del otro, y Garcías y Riera, codo con codo, mano a mano, interpretando juntos la Sonata para dos pianos en Re Mayor, algo muy «complicado» y que requiera «un gran nivel de compenetración».

La cita era una de las más esperadas de este ciclo, aunque Garcías, que también es uno de los organizadores del mismo junto a Bernat Quetglas, asegura que «todas las fechas son importantes e interesantes».

No obstante, la dificultad que entrañaba el concierto de este sábado sí que la reconoce: «Implica una logística y una complicación importantes y muy pocos ayuntamientos se atreven o se lo permiten».

Material

No solo es difícil lo material, sino también lo inmaterial: la música en sí. Riera explica que han estado «toda la semana ensayando» y detalla que «es sobre todo la sincronización y el poder ir juntos».

A diferencia de cuando «vas solo», que te permite «controlar el ritmo y los tempos», cuando se va «junto a otro tienes que estar muy junto. En las entradas, el pulso, etcétera. Es un trabajo muy nivelado de compenetración».

Aunque Riera no oculta que algo sencillo sí lo han tenido puesto que desde el primer momento «ya compaginamos porque tenemos una sensibilidad musical muy parecida. Va todo sobre ruedas». Todo a pesar de que «es la primera vez que tocamos juntos».

El gran momento de la noche, pues, llegaba como la guinda de un pastel bastante suculento en sus porciones individuales. El primer plato correspondió a Garcías, quien interpretó la Sonata número 11 así como una pieza atribuida a Nannerl Mozart, la hermana del compositor. «Es una manera de acercar este tipo de obras al público», señala Garcías quien, además, describe esta primera parte como «de carácter abierto y alegre».

Coincide con él Riera quien, por su parte, se encargó de interpretar una sección más «dramática y oscura» cuyo título no podía ser más apropiado como preludio de lo que estaba por llegar: Fantasía en do menor junto a la Sonata número 14 en do menor.

Hasta los pianos acompañaron con su historia y majestuosidad una cita para recordar, siendo ambos del Ajuntament de Pollença: uno, un clásico Steinway, y el otro adquirido en la subasta del Hotel Formentor, con muchas noches de fiesta sobre sus teclas y cuerdas. «Lo hace todo más especial», indica el pianista y organizador.

Generar este tipo de momentos y de veladas mágicas es, precisamente, lo que espera este festival. Riera destaca que «hay que alabar la iniciativa de los creadores que ya en pandemia hicieron el festival Beethoven y, francamente, son muy atrevidos y es fantástico». Garcías, por su parte, como reivindica la figura del «festival de un solo compositor para conocer todo su patrimonio».

Tras la jornada de este sábado, el Mozart depara todavía importantes citas en el futuro cercano. La siguiente semana, el sábado 18, llega el turno del importante y reconocido Cuarteto Casals, para acabar el sábado 25 con una jornada de ópera con el clásico Don Giovanni.

El Mozart llega como un oasis en forma de programa musical equilibrado y asequible bajo una premisa que, a pesar de su simpleza, no por ello pierde rotundidad en su verdad y necesidad en los tiempos que corren. En palabras del pianista Riera: «Mozart es Mozart. Es decir, una gran música que se disfruta muchísimo».