El artista gallego Marcos Juncal, en su estudio de Palma. | Adrián Malagamba

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El artista gallego Marcos Juncal lleva ya siete años viviendo en Palma y no puede estar mejor asentado. Su estudio se ubica en la calle del como él escultor Adrià Ferran, muy convenientemente, y su almacén de piezas está casi vacío ahora mismo. Esto, que puede ser bueno o malo, en su caso se debe a que está siendo un muy buen año y su obra no para de moverse. Desde la palmesana Igallery donde expone junto a otros artistas en Explicaciones no perdidas, hasta Madrid, Vigo o, en diciembre, Castellón. Sin prisa, pero sin pausa.

«Las cosas tienen su tiempo determinado y no se puede forzar», explicaJuncal que sabe bien de lo que habla. En enero finalizó su relación con la galería Xavier Fiol tras cinco años porque «la cosa no fluía tanto, como en un matrimonio» y se abrió a los cambios. Algo que, por otro lado, no es de extrañar en quien está acostumbrado a ellos: «Me parecen fundamentales. Tienes que abrirte para evolucionar».

A raíz de esta filosofía fue cómo llegó la oportunidad de colaborar en Explicaciones no perdidas, la exhibición colaborativa junto a Isa Servera, Ignacio Bosch y Tomeu Simonet con Igallery en Palma, disponible ahora para la visita. «Son nuevas experiencias», señala Juncal. Además, también participó en la feria JustMad de Madrid con Corner Gallery y en diciembre estará a Marte, la feria de arte de Castellón con un solo project individual. Todo ello resume «un buen año».

Las obras de Juncal suelen ir en distintas series de piezas. Actualmente trabaja en Metodología arqueológica con objetos perdidos.

Juncal, además, no es un recién llegado. Lleva más de 20 años de carrera en los que su escultura ha buscado objetos destinados a dejar de existir tal y como habían sido ideados. Solo que del más que probable destino que les aguardaba a todos ellos, el olvido, Juncal los rescata para sus distintas series en la que los reconvierte en piezas de arte. Su más reciente colección es Metodología arqueológica, en la que a través de líneas rectas simboliza el «objeto encontrado, lo que nos pertenece o dejamos» y recuerda a una excavación que tendría lugar dentro de cientos de años.

De nuevo, un tiempo pausado, el que requiere su oficio, y que aprendió en Pontevedra, donde se formó en una «escuela de canteros donde trabajé en un monasterio durante cinco años». Fue allí donde aprendió que «las cosas requieren un tiempo, igual que la piedra, a la que hay que tratar con cariño al tallarla porque tiene su propia sensibilidad y se puede romper. La escultura me ha dado la paciencia de ver la vida de otra manera».

Y además de tiempo, espacio. El mismo que ahora le sobra y que va a rellenar con sus nuevas creaciones, las mismas cuyo origen está aguardándole en algún objeto olvidado en algún mercadillo dispuesto a reconvertirse en su nueva obra de arte.