El tasador Eduardo Ribas, posando para esta entrevista en Palma. | M. À. Cañellas

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Eduardo Ribas Sevilla (Palma, 1986) se licenció en Arquitectura en 2010 y tan solo le hizo falta ejercer un año para darse cuenta de que no era una profesión vocacional. Realizó un máster de tasación de obras de arte en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) y lleva casi una década valorando, sobre todo, antigüedades mallorquinas.

¿Qué fue lo que le atrajo de la tasación de obras de arte?

—Cuando finalicé la licenciatura de Arquitectura ejercí durante un año. Me di cuenta de que era un sector que no me acaba de atraer del todo y aposté por otro camino. Mi familia es una entusiasta del arte y de las antigüedades, por lo que desde niño he convivido con ello y ha sido parte de mi vida. En Mallorca hay pocos profesionales que se dediquen a la tasación, por lo que aproveché ese amor que me transmitió mi familia y lo convertí en una profesión que me apasiona, que me anima a investigar y a aprender continuamente.

¿En qué consiste la labor de tasador?

—Primero hay que analizar la obra y determinar de qué siglo es. Aunque la principal premisa a la hora de tasar es concretar si se trata de una pieza de época o una de estilo, hecho que determinará mucho el valor de la pieza. No tiene el mismo valor una obra auténtica del siglo XVIII, por ejemplo [pieza de época], que una que imita el estilo del momento [pieza de estilo]. Otros factores que influyen es si la obra está o no restaurada, en qué condiciones se encuentra y su calidad. Una vez valorado esto, se estima el valor económico. Yo comparo las últimas piezas del mercado que se han vendido y les asigno el valor en función de los ítems estimados anteriormente. Cuando taso, trabajo con un presupuesto cerrado, mientras que muchos tasadores trabajan a través de comisiones. Por lo que cuanto más valor se le da a la pieza, más cobra el tasador comisionistas. En mí caso, me da igual que la pieza esté valorada en 30.000 o en 3.000 euros, ya que cobro por tasar y no por el valor de la pieza.

¿Quiénes son sus clientes?

—Por norma general, mis clientes son mallorquines pudientes. Familias de apellidos notables. Aunque ahora empiezo a tener clientes extranjeros que se instalan en la Isla y lo que quieren es asegurar el contenido de la vivienda

¿Cuál es la pieza que ha tasado de mayor valor?

—Un Murillo con certificado de una colección particular.

¿Se ha encontrado con obras falsas?

—Muchísimas. Sobre todo pintura. La falsificación hoy en día suele darse en pintura y escultura, aunque también hay mucha obra mal atribuida o con malas autorías.

¿Qué opina sobre el arte contemporáneo?

—Me gusta mucho. Aunque el arte contemporáneo se lo dejo más al galerista o al marchante. Es un mundo muy complejo porque cada artista es muy individualista. Taso contemporáneo cuando ya está consagrado dentro del mercado, es decir, cuando tengo donde ‘agarrarme’ a la hora de valorar.

¿Cómo valora las piezas mallorquinas?

—Mallorca ha sido el centro del Mediterráneo durante mucho tiempo. Hemos estado muy bien posicionados tanto económica como artísticamente. Es una Isla muy conocida a nivel internacional. El mueble mallorquín del siglo XVII y XVIII es el que más se cotiza a nivel nacional. Es un mueble de muchísima calidad, los ebanistas de la época eran extraordinarios. Una cómoda madrileña del siglo XVIII costará una décima parte menos que una mallorquina. En Mallorca tenemos una riqueza artística de la que no somos conscientes y el problema es que el propio mallorquín, muchas veces, no lo valora.

¿Cree que las obras de arte deberían estar al alcance de todos y evitar las colecciones privadas?

—Realmente, el arte y las antigüedades están al alcance de todos. Ahora mismo con poco presupuesto puedes comprarte una pieza interesante. Lo que pasa es que la gente suele pensar que es un mundo elitista. Obviamente si se quiere acceder a una serie de piezas con una calidad destacada habrá que desembolsar más dinero. Pero ahora mismo uno puede ir a un anticuario y adquirir una pieza atractiva.

¿Qué opina de las restauraciones?

—Con la restauración hay que ir con muchísimo cuidado. Evidentemente, una buena restauración le da valor a la pieza y una mala se lo quita. En el caso de los muebles hay gente que quiere la pieza muy restaurada, de la que personalmente no soy partidario ya que pierde todo el valor histórico. Y otros, en cambio, prefieren que la pieza conserve la pátina, y donde el paso del tiempo se vea reflejado.

¿Cómo definiría el estilo mallorquín?

—El estilo mallorquín destaca por su sobriedad y austeridad. Tiene una personalidad muy contenida y vinculada al carácter isleño. Al final, el mobiliario, las artes decorativas o las pinturas están ligadas a una sociedad, hecho que se refleja en el estilo de las piezas.