La compositora mallorquina Lula Romero, residente en la capital alemana. | Manuela Romero

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Su nombre ha pasado un poco desapercibido para el público local y nacional, pero la compositora mallorquina Lula Romero (Palma, 1976), residente en Berlín, cuenta con una trayectoria tan importante que lucha contra ese desconocimiento. Formada en la Composición e Historia del Arte en Sevilla, completó sus estudios en el Royal Conservatoire de La Haya y ahora ultima su doctorado sobre espacialización en la austríaca Graz, compaginando todo con piezas propias interpretadas en importantes lugares y premios repartidos por doquier. Su música avanza. Lejos de España, sí, pero a buen ritmo y sin frenos.

«Me fui a los 8 años de Mallorca», cuenta Romero sobre cuando sus padres, de Sevilla los dos, se volvieron a la ciudad hispalense. Desde entonces «he vuelto a la Isla de vez en cuando, pero al no tener familia directa no voy tanto». Aun así, reconoce que «ahora que es más accesible quiero volver». Hasta que eso ocurra, su agenda está bastante repleta: en septiembre estrena Nueva Pieza para tiorba, guitarra eléctrica y electrónica en vivo en el Transart Festival de Bolzano; en noviembre llega el turno de Nueva Obra para órgano y electrónica en vivo en diferentes iglesias de Berlín; y el año próximo, «lo más grande que he hecho hasta ahora», Parallax, para orquesta que interpretará la Orquesta Sinfónica de la SWR en Stuttgart.

«El de noviembre es, de hecho, muy curioso porque cada órgano es distinto, pero la pieza es la misma, algo fijo. Me pregunto cómo sonará la obra en todos esos lugares?». Y es que ese es, efectivamente, uno de los temas que más interesan a la Romero investigadora y que centra su tesis doctoral: la espacialización.

Ella misma explica que «el movimiento y la ubicación de los instrumentos, de los altavoces o de los espectadores cambia mucho la percepción sensorial del oyente y de la música. Cómo escuchas la flauta o el piano, por ejemplo, difiere muchísimo y no oyes lo mismo si los sonidos son agudos o graves». Se trata de un tema que, reconoce, «no es nuevo», habiendo sido explorado por Vivaldi o por las composiciones venecianas del siglo XVI, pero que le permite entroncar con otros intereses propios, como acercar la música compleja a la audiencia o la relación entre la justicia social y el feminismo con la música.

«La audiencia no es tonta, tiene más sensibilidad de la que se le presupone y de la que las instituciones prejuzgan que tiene, por eso creo que la música compleja puede llegar a ellos». Y tiene buenos motivos, ya que «Beethoven no es fácil si te alejas de la melodía superior y te fijas en la armonía, por ejemplo», lo que provoca que no haya «tanta diferencia entre él y la música actual. Salvando las distancias, claro».

Interpretación

Por otro lado, «me gusta abrir la interpretación de mis piezas, a nivel conceptual, para incluir y no excluir definiciones». Técnica que se une fácilmente con el hecho de que defina su propia creación como «obras abiertas para que el oyente entienda como quiera y no llevarle por un camino cerrado. Está abierta a la interpretación del oyente».

Y todo, como en una composición perfectamente definida con anterioridad, vuelve a lo que ella comenta: «La música contemporánea puede ser accesible a la gente. Del mismo modo que vamos a ver arte contemporáneo a los museos, ¿por qué no hacemos lo mismo con la música contemporánea?», reflexiona.

Todo suma, pues, en el trabajo de Romero, que le ha valido varios premios y reconocimientos como el GIGA-HERTZ Production Prize de 2014 o varios premios de composición en 2012 y 2015. A su vez, recibió el premio de composición del CDMC del Ministerio de Cultura español en 2008 y una Mención Honorífica del premio Fundación Autor-CDMC de 2010 y su más reciente disco es de 2019, Ins offene. Mientras prepara su viaje de regreso a España, donde «me encantaría poder hacer más cosas», Romero sigue componiendo sus futuros trabajos desde Berlín. Nota a nota.