El cantante colombiano Camilo durante el recital que ofreció en el festival Cultura es Vida, en Son Fusteret (Palma). | Pilar Pellicer

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Sus letras no abordan el sexo, al menos desde la perspectiva ofensiva e irreverente de otros artistas. Tampoco lleva un ridículo chándal Gucci ni medio kilo de joyas. Camilo es la antítesis de Bad Bunny, Maluma y Daddy Yankee, con ese aire hippy rematado con un bigote daliniano y su talante risueño. Y es que el colombiano se mueve lejos de la polémica y, con todo, se ha hecho un hueco en la nutrida comunidad de la música urbana latina. Gusta a todos, jóvenes y maduros, veinte millones de seguidores en Tik Tok lo confirman.

«Es mucho más que reguetón», confiesa emocionada una quinceañera acompañada de su madre. «Es mi ídolo», proclama otra joven mientras se dirige a su acomodo. Viendo el patio que me rodea me siento mayor y fuera de lugar. Pero también orgulloso de haber vivido la adolescencia en otro contexto.

A las diez y cuarto en punto el cielo de Son Fusteret se encendió con las luces de los móviles. Camilo Echeverry tomaba el escenario del festival Cultura es Vida con la determinación de un púgil ante algo más de 2000 fieles. Sus fans coreaban su nombre y algunos padres, entre entusiasmados y confundidos, se unían a la enfebrecida salva de aplausos. Favorito abrió la velada, le siguió Tutu. «Buenas noches Mallorca, hoy mis manos se convierten en nuestras manos», deslizó el colombiano.

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Efecto

Era extraño estar ante el mismo escenario donde hace apenas unos días tocaba La Habitación Roja y escuchar reguetón; extraño pasar de la hondura emocional de los valencianos al colorido ritmo de una primera figura de la música latina, cuya voz no suena tan maquillada por el autotune como la de otros compañeros. Camilo no abusa de este efecto que confiere un extraño tono nasal, como de tómbola, a quien lo utiliza con desmesura. Y el público lo agradece coreando las canciones estrofa por estrofa, bailando sentados y subiendo sin parar imágenes a Instagram. A veces, todo a la vez.

Camilo se crió en Medellín, en una casa donde no había radio aunque sí un tocadiscos donde giraban The Beatles, Pink Floyd, Charly García y Mercedes Sosa. Su vínculo con la música le llegó desde la misma cuna. Y esa heterodoxia musical se plasma en canciones que escapan al cliché del reguetón. Pop, balada, cumbia y otros sonidos escorados hacia lo latino marcan su potente cancionero. Un repertorio minado de éxitos como Ropa cara, Millones o Vida de rico, enriquecido por una estupenda nómina de colaboradores, de Ozuna a Evaluna Montaner; de Reik y Farruko. A sus veintisiete    años, Camilo cuenta con un puñado de clásicos que la audiencia canta hasta desgañitarse, sin tregua. El poder de la música latina está aquí, y quien no quiera darse cuenta será atropellado por ella. Es lo que hay.

La actitud y esfuerzo de esta estrella colombiana de la música  latina por no descuidar al público, tanto el que se apostaba a las faldas del escenario como el de grada, resultaba digno de elogio. Ser grande no se mide tanto en ventas como en calidad humana, ‘wey’.

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Miles de seguidores mallorquines de la estrella colombiana arroparon su actuación en Palma.