El cantaor, durante la actuación. | Pere Bota

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Escenario que pisa, desde el Carnegie Hall a nuestro coqueto Auditòrium, Miguel Poveda deja tras de sí una estela de reconocimiento. A sus maduros 48 años, mimado por la crítica y liberado del corsé de los puristas, antaño reacios a su angular concepción del flamenco, llegaba a Ciutat con su espectáculo En concierto. Un show programado inicialmente para las fiestas de Sant Sebastià pero aparcado por la crisis sanitaria, en el que exhibe su excelente momento, fruto de un largo proceso de maduración. Flamenco, copla, poesía y carisma aterrizaban en Ciutat.

Acompañaban a Poveda tres músicos. El arranque de su recital tuvo una dimensión extraordinaria. Apenas necesitó calentar, se plantó bajo el haz de luz y su prodigiosa garganta hizo el resto. No soy un experto en la materia, mas aún tratándose de una disciplina que requiere de un profundo conocimiento para opinar. No obstante, este cronista tiene el suficiente fuste para reconocer las asombrosas facultades del protagonista. Su amplitud de registro, su dominio perfecto sobre todos los matices imaginables de intensidad, su prodigiosa (se me acaban los adjetivos) capacidad respiratoria, esa que le permite arrastrar los adornos vocales del flamenco hasta límites inconcebibles. Todo ello y mucho más transforma su voz en una herramienta de enorme poder expresivo, como demostró en su tema de apertura, Para la libertad, a cuya conclusión el público lanzó una estruendosa salva de aplausos.

«Gracias por el esfuerzo de estar aqui, la cultura no solo es sana sino sanadora. Espero que disfruten», dijo en su parlamento inicial.

Entremeses

Prosiguió los entremeses con una sobriedad y un desgarramiento conmovedores, desplegando una gran variedad de ritmos flamencos y mostrando siempre su eterna dualidad a camino entre lo moderno y lo tradicional, lo lírico y lo melodioso. Hasta el cierre de esta crónica, el espectáculo discurría por un cauce muy personal, al estilo Poveda, sin exageraciones, pero con mucho carácter.

Son muchos los ejemplos de guitarristas flamencos nacidos lejos de Andalucía. Pero un cantaor que no proceda de la cuna del género no es moneda corriente. Esa circunstancia se da en este artista catalán, hijo de murciano y manchega. Mil veces premiado, Poveda, quien tuvo un gesto y saludó a Rossy de Palma, presente entre el público, comenzó a despuntar y ensanchar su horizonte musical muy pronto. Hoy no conoce límites.

El concierto de Miguel Poveda tuvo lugar en el Auditòrium de Palma. Foto: AJUNTAMENT DE PALMA