Teresa Solar en el Casal Solleric. | Jaume Morey

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La cerámica es más importante en nuestra sociedad de lo que parece a simple vista. Desde los restos arqueológicos más antiguos que se conservan y que nos hablan de quienes fuimos, hasta la recubierta cerámica de los cohetes espaciales y que habla de qué seremos al tiempo que sirve de aislante del inmenso calor del despegue o la reentrada en la Tierra. Y, en el centro, la cerámica de la artista madrileña Teresa Solar (1985), cuyas inquietudes la llevan a explorar en la resistencia física de las manos sobre el barro para comunicar en las oquedades que se forman las contradicciones y las paradojas que se generan en el lenguaje humano, adquiera la forma que adquiera este.

Piezas «fundacionales» de su reflexión son las que ha cedido al Casal Solleric para la colectiva L’objecte del vincle y que llevó a la madrileña a conversar ayer durante los Encuentros con artistas del centro con el curador Oriol Fontdevila y Roc Domingo.

No obstante, antes de su charla, Solar explicó a Ultima Hora lo que yace tras el torno que moldea su arte.

Solar dice que su más reciente instalación, que participa en la importante Biennial de Liverpool de este año, «tiene muchas conexiones con las piezas que traigo al Casal». Estas son, según sus propias palabras, «mis primeros trabajos con cerámica y veo una larga relación de muchos años entre ellas». Es más, «hay semejanzas entre mis trabajos recientes y mis primeras piezas, que son la materia prima desde la que comprendo mi trabajo y el sustrato que tiene que ver con el intento de señalar esa falla en el lenguaje al intentar explicarnos».

Esa relación con el lenguaje, de hecho, se materializa en las piezas y lo hace en el sentido más estricto de palabra: «Cada pieza está marcada con una posición de las manos en el lenguaje de signos y así explorar la resistencia de la cerámica grabada así y en cuyas irregularidades aparece esa relación».

De esta manera, Solar no realiza «estructuras que representan lenguaje, sino que son lenguaje, son residuos lingüísticos» y reflexiona sobre lo difícil que es, a veces, expresarnos, decir lo que se quiere o hallar el sentido de lo que decimos. Esta problemática, que roza la «imposibilidad» en la expresión, se hace palpable en la lejanía y la tensión entre la mano y el torno de cerámica.

Las oquedades, los fragmentos, los huecos del yo y de las vasijas. Todo ello fluye y se conforma como un recipiente –o varios– con los que Solar une pasado, presente y futuro en una reflexión que invita a preguntarnos sobre nuestra capacidad en tanto que seres lingüísticos.