El artista Olaf Hajek posa en la galería Kaplan Projects, donde se ubica su nueva exposición, ‘El jardín del explorador’. | Jaume Morey

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«En un jardín puede haber cualquier cosa, es un lugar donde siempre puedes explorar». Así lo cree el reconocido artista alemán Olaf Hajek (1965) quien inaugura este sábado, entre las 11.00 y las 17.00 horas, El jardín del explorador, en la galería Kaplan (Costa de Santa Creu, 10A), una exposición de sus ilustraciones que reconvierten el espacio en un jardín donde los clásicos temas de interés de Hajek cobran vida entre coloridas pinturas que tejen una «maraña hipnótica de formas botánicas y color» con aires mediterráneos, psicodélicos y de naturalezas muertas holandesas. Un cóctel explosivo –y expresivo– de luz, tonos, inspiración y «secretos» donde hay mucho más de lo que parece a simple vista.

Hajek, que ha pasado el último medio año en la Isla pintando, relata que «conocí a Mercedes , la galerista, «hace dos años más o menos y le pareció bien la idea de hacer una exposición individual». Por este motivo fue que «me puse a pintar». El estar aquí fue «muy bueno porque Mallorca tiene mucha inspiración». Algo que ha notado al estar «en invierno, con la energía, la luz, la naturaleza, el mar». El propio Hajek se muestra enamorado de «las distintas áreas, la siempre verde del noreste, los tonos más cercanos a la tierra de los pueblos, con la luz bañando sus edificios, o el azul de la costa». Todo esto «aparece de alguna manera» en la exposición, con «tonos terrenales y mucho color».

Cíclico

Todo junto conforma «un jardín donde puede haber cualquier cosa», como en sus pinturas, donde Hajek combina «el florecimiento, la vida, la muerte». Esta etapa cíclica, algo nietzscheana, en la que «con las estaciones, lo bello se vuelve decadente, y lo que está lleno de flores al momento siguiente puede ser completamente diferente». En los cuadros se ven estos cambios de manera «bidimensional» con muchísimos detalles en los que «hay belleza y estética, pero bajo la superficie hay un secreto, algo oscuro, como frutas que pueden estar podridas o no». Es decir, «no todo en el jardín es precioso, y eso es lo que hay que explorar».

Hajek tampoco ignora la parte psicológica de los seres humanos, quienes no somos más que parte de la naturaleza, «relación que muchos tienen completamente perdida». Así, la exploración no es solo externa, sino interna teniendo en cuenta que «el explorador va a un lugar y ve lo que hay, se impregna del secreto del jardín, tienes que dejar que sea así». Esto se ve en varias piezas con «cosas, frutas, animales, flores, saliendo de la cabeza de uno que pueden ser mil cosas, desde recuerdos a sueños, miedos, etcétera». Lo que está dentro de alguien aparece exteriorizado, dando un toque psicodélico. La aventura, pues, es explorar y explorarse, adentrarse en el jardín de Kaplan para sentirse perdido por la pintura de Olaf Hajek.