José María Gago, posando con su libro.

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Los editores y los libreros fueron grandes impulsores y protagonistas de la efervescencia cultural de los años sesenta, setenta y ochenta en una Mallorca golpeada por la dictadura franquista, de la que salió poco a poco, con la muerte de Franco en 1975. El historiador y filósofo José María Gago (León, 1953), afincado en la Isla, rinde homenaje a estos dos colectivos en su libro Editores y libreros en Mallorca 1962-1989. Entre el compromiso identitario y la sociabilidad cultural (Lleonard Muntaner). Se trata de un ensayo divulgativo que invita al lector a emprender un viaje en el tiempo para «intentar ver las aportaciones de los intelectuales que se dedicaron a la edición y a las librerías, que tanto contribuyeron a los letraheridos». El volumen incluye varias fotografías de la época.

En la primera mitad del libro (1962-1977), Años de resistencia y voluntarismo, Gago destaca que «los libreros y los editores habían aportado bastante en el mundo de la cultura, también desde el punto de vista político. Fueron lo que hoy llamamos influencer, pues influían en la intelectualidad mallorquina».

El inicio de este periodo coincide con la fundación de la Obra Cultural Balear y el auge de Moll, al frente de la cual estaba el «gran editor balear contemporáneo», Francesc de Borja Moll Casasnovas, que trabajó incansablemente en el Diccionari català-valencià-balear y en la difusión de la rondalles. Moll también impulsó la librería Llibres Mallorca y la colección de poesía La Balenguera, que se sumó a otras como Els treballs i els dies, Tomir o La Biblioteca Raixa. En aquellos tiempos, cuenta Gago, el mundo cultural de Mallorca experimenta un cambio importante de mano de la poesía». Así, nacen sellos como Daedalus, con Bartomeu Barceló; Llibres Turmeda, con Antoni Serra y Aina Montaner; Guaret, Tafal y La Musa Decapitada, con Damià Huguet, Andreu Vidal y Àngel Terron y Nura, fundada por Lluís Casasnovas.

Francesc de Borja Moll Casasnovas y Francesca Moll Marquès, en la parada de Llibres Mallorca en un Sant Jordi de la década de los 70

«Las librerías, además de organizar y acoger tertulias literarias o poltícias, eran también galerías de arte y algunas vendían vinilos. Así como a partir de los 2000 hay una tendencia en incorporar cafeterías, en esa época lo hacían con el arte, con movimientos o colectivos como Taller Lunàtic o Criada 74», detalla. Entre la cantidad de libreros y libreras de esos momentos se encuentran Francesca Moll (Llibres Mallorca); Domingo Perelló (Logos); Frederic Suau (L’Ull de vidre); Antoni Serra (Tous); Rafel Jaume (Cavall Verd); los hermanos Cabeza, Conxa Obrador y Juana Oliver (Quatre ulls); Josep Luna (Embat); Francisca Iglesais y Pau Taura (Jaume de Montsó); Emili Cano y Joan Ramon Bonet (Es Cantó); Manuel Ripoll (Ripoll) y Miquel Fiol (Fiol Llibres).

En la segunda mitad del libro, entre 1978 y 1989, titulada Tiempos de cambio y reivindicación, Gago aborda la importancia del libro en catalán y el nacimiento de librerías exclusivamente en catalán, como Quart Creixent, con Maria Pons, Jaume Corbera y Antoni Artigues. De esos años sobresalen también Espirafocs en Inca, con Paula Valriu o Calabruix, en Sóller, con Margalida Garau y Margalida March. Desde el punto de vista editorial, algunos de los protagonistas son Lleonard Muntaner, Juan José de Olañeta o Gabriel Thomàs y Miquel Bezares (Edicions Atàviques, en Llucmajor). En este sentido, Gago advierte que «hay pocas mujeres en las editoriales, pero muchas e importantes al frente de librerías». El punto y final, en 1989, lo pone la aparición de la «fugaz» peroclave El Drac Editorial, una iniciativa de Llorenç Pérez y Llenard Muntaner, a la que se unen como socios Antoni Guiscafré, Josep Joan Vidal, Mateu Colom y Miquel Flaquer.

Calabruix, en Sóller, que cerró en 2014.