Vanesa Peña posa en el archivo de Casa Planas junto a sus hallzagos.

TW
1

Si el infinito puede residir en un junco, como ha mostrado Irene Vallejo, sin duda puede descansar en el archivo de Casa Planas. Así lo cree Vanesa Peña, quien estas semanas construye su Queer Atlas con el incontable material que aguarda en las estanterías a ser descubierto e incorporado a su narrativa. Desde una perspectiva de género, que cuestiona la heteronormatividad e ilumina los «dispositivos de normalización», Peña trata de reflejar en la imagen idílica de postal de Mallorca los actos performativos que, conscientemente o no, dominaban –o dominan– el imaginario popular de lo que es Mallorca. Eso sí, todo envuelto en la atractiva niebla de las sorpresas que rodea los miles de cajones en los que puede haber cualquier cosa.

A través de «la relectura de las imágenes», las cuales intenta incorporar a «nuevas narrativas», Peña, que cuenta con un amplio currículo en actividades culturales, confiesa que le fue algo «difícil entrar» al vasto universo de Josep Planas. No obstante, poco a poco lo hizo suyo.

Los problemas para «saber parar» no son pocos, ya que «veo cajas y cajones y pienso: tiene que haber algo increíble en ellos», pero este mal del investigador, lo más parecido a una búsqueda del tesoro que pueda imaginarse, palidece ante la selección «por acumulación» que gobierna la estancia y rebosa llena de «sorpresas».

Una de las más curiosas obedece a la «unión de la memoria» del negocio fotográfico de Planas con su faceta «coleccionista» menos conocida. Así, en medio de un contexto «cosificación de la mujer» como reflejan las postales del Casino de París de 1905 o los vinilos con bañistas como reclamo comercial, aparece, sin previo aviso, un ejemplar de La mística de la feminidad, «libro de la segunda ola del feminismo». La pregunta es obvia: «¿Cómo llegó ese libro a sus manos?.

Normalización

Al margen de estos anecdóticos hallazgos, Peña centra su trabajo en hablar, desde una perspectiva de género, de los «dispositivos de normalización y disciplinantes», algo que nos retrotrae a Foucault y que en lugar de «representar», lo que hacían era «producir» una imagen específica: la de la sevillana, el toro, el flamenco, el sol y la playa. Este «acto de performatividad», además de generar un discurso que se ha convertido en algo «normal», dejaba de lado otras realidades.

Razón por la cual a Peña le interesan «las ausencias» en las imágenes como las de «relaciones LGTBI» u otro tipo de instantáneas de mujeres como «las kellys» quienes, si bien estaban en la sociedad de entonces, no salen en las fotos.
Esta motivación de reivindicar y hacer presente lo que no está en la imagen final es lo que motiva a Peña a «hablar con colectivos y artistas diferentes para integrar dinámicas y talleres que contribuyan a esta narrativa» y que cristalizará todo en la «instalación» que después de Semana Santa podrá visitarse en la propia Casa Planas.

Así pues, en el infinito que es el archivo Planas, para Peña hay algunas islas de sentido que se van formando y adquiriendo significado en su propia actuación creativa. Como ella misma explica, su «acción narrativa no deja de ser un tipo de creación». Una acción, performativa a su vez, que indaga en la identidad, la memoria y los mecanismos contingentes que forjaron aparentes necesidades. Ante nuestra marcha, Peña retoma su buceo investigador porque en el tour que nos hace «he visto dos fotos que no había visto y son muy interesantes».