Las tareas se han desarrollado in situ en la capilla de la iglesia entre septiembre de 2020 y enero de 2021.

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La solidaridad y devoción de un feligrés anónimo ha permitido restaurar el retablo de Nuestra Señora de la Piedad, en la iglesia de Santa Eulalia. El mal estado de conservación de la estructura, impulsó al enigmático parroquiano a financiar el proyecto que se puso en contacto con el párroco para exponer su intención. En 2018 se inició todo el proceso burocrático, y tras ser aprobado por la Comisión de Patrimonio y varios presupuestos, la Iglesia de Santa Eulalia se puso en contacto con el taller de restauración escogido.

Gaspar Oms i Bestard es el autor del retablo datado entre 1670-1675 y Adrià Ferran i Vallès, es el responsable del conjunto escultórico del siglo XVIII. Las tareas se han desarrollado in situ en la capilla de la iglesia entre septiembre de 2020 y enero de 2021 y se necesitaron seiscientas horas de trabajo.

Restauración

El equipo técnico encargado de la restauración ha estado integrado por Montserrat Dezcallar y Elena Saiz, especialistas en restauración pictórica; Noemí Casellas, encargada de la desinfección, restauración y consolidación de madera; y el historiador de arte Gabriel Carrió. El proyecto empezó a finales de septiembre y se alargó hasta el pasado mes de enero.

La restauración y conservación pretendía varios objetivos. «Lo primordial era asegurar para el futuro la integridad física del mueble y todos sus elementos teniendo en cuenta la categoría de bien de interés cultural. Además, de poner en valor el objeto a nivel patrimonial en el marco de su capilla y de su iglesia», explica Dezcallar. Fue necesario desplegar un equipo de profesionales para asegurar la estructura, que fue desmontada pieza a pieza para su limpieza y restauración. «Después de montar los andamios, lo primero fue quitar el polvo y toda la suciedad que se había acumulado a lo largo de los años», sostiene Dezcallar. El proceso llevado a cabo ha revelado una serie de consideraciones muy interesantes. Dezcallar explica que «el proceso ha permitido averiguar que en el siglo XIX y en las décadas centrales del XX se realizaron intervenciones con la finalidad de mantener o reparar el retablo aunque no siempre respetando los valores antiguos. No eran de calado estructural pero sí suficientemente destacadas como para cambiar aspectos fundamentales».

Minuciosidad

La recuperación de la estructura ha supuesto trabajar con la minuciosidad de un cirujano. Dezcallar comenta que «la corona de la Virgen la desmontamos entera para limpiarla y asegurarla con un montón de tornillos. Por otro lado, tuvimos que remplazar todo el terciopelo ya que estaba en muy mal estado. Hicimos de tapiceras y fue un trabajo muy complicado porque el grupo escultórico pesa mucho y no se puede mover». Las críticas han sido muy positivas y los responsables de la restauración están satisfechos con el resultado final.