Gabriel Ferrer, delante de la tienda, que tiene sus artículos en liquidación. | Jaume Morey

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Gabriel Ferrer y Catalina Vera abrieron una papelería en 1968 en la calle Pascual Ribot. Con el paso del tiempo y la apertura del país a la democracia, el negocio devino en un local especializado en disfraces ya que durante el franquismo el Carnaval estaba prohibido. Tras 53 años desde su apertura, Gabriel Ferrer hijo cerrará el negocio familiar a final de mes para jubilarse. «Aunque no hubiera pandemia, también habría bajado la persiana, pero habría aguantado hasta traspasar el negocio. Ahora mismo, dada la situación tan mala de todo el mundo, es imposible», explica tras el mostrador.

Tras cerrar Casa Roca, se convirtió en la tienda de disfraces más longeva de la ciudad. «Antes los productos eran de más calidad porque la mayoría eran españoles. Ahora, todo viene de China, mucho más barato, pero también casi todo de menor calidad». Gabriel añade que este cambio fue gradual. «Entre medias hubo los ‘todo a 100’», añade.

Fiesta cambió su local a uno mayor en 2014, pero situado justo al lado. «De eso sí que me arrepiento». Pocos sectores tienen unos picos tan bestiales de trabajo y tan puntuales. «Carnaval, Navidad con los adornos navideños y Halloween, que cada año crece más. Aquí hemos llegado a estar 13 personas, 2 en la puerta, 2 en la caja y el resto atendiendo a clientes», comenta con una cierta pena.

Cuando Gabriel cierre a final de mes el local albergará un negocio de alimentación.

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