Luna Miguel, en una imagen promociona. | Laura Rosal

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En su último libro, el ensayo Caliente (Lumen), Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990) se pregunta si escribe porque tiene el corazón roto. Sin embargo, se da cuenta de que, tal vez, ya tengamos el corazón roto de serie y lo que hacemos es dedicarnos a «inventar una masilla pegajosa, densa, con la que poco a poco volver a ensamblarlo». Asumir este planteamiento podría poner patas arriba el sentido de las canciones que cantamos, las películas que vemos o los poemas que leemos. Eso es justamente lo que logra esta autora –incendiaria para muchos– en Caliente: «revisar cómo nos han retratado, escrito y representado nuestros afectos».

De esto habla este ensayo tan personal –aunque asegura la autora que todo lo que escribe lo es–, del poliamor, el placer femenino y la creación literaria. Muy a su pesar, Miguel no podrá estar este miércoles 17 físicamente en la librería Drac Màgic de Palma, pero participará virtualmente en su club feminista a las 19.00 horas. «Creo que es bueno que cambie el sentido de cómo hemos hablado del amor propio y del amor hacia los demás a lo largo de la historia. A veces los relatos de amor de nuestro alrededor han sido muy dañinos.

En El coloquio de las perras [Capitán Swing, 2019] recogía lo que decía Marvel Moreno sobre cómo los relatos de amor de los hombres hacia las mujeres las ha idealizado dentro de cánones imposibles sobre la manera de estar de la mujer», señala. Según Miguel, su propuesta es un «aire fresco pero antiguo, pues el afecto se ha replanteado desde hace siglos». «Con Caliente quiero recuperar las voces de escritores y escritoras que han sido tan enterradas que parecen nuevas. Como dice en su columna Ana Iris Simón sobre C. Tangana, el artista no quiere representarse a sí mismo como innovador, sino como heredero. Es un apunte buenísimo porque es la voluntad de lo que el feminismo siempre ha querido hacer, avanzar, romper y dibujar un nuevo futuro, pero es impensable sin el trabajo del pasado», advierte.

Perreo

Sobre el tema musical y, concretamente, sobre el reguetón y el trap, Miguel sabe que hace unos meses en El País afirmó algo incendiario: «Bad Bunny es literatura». De hecho, en Caliente, el puertorriqueño comparte páginas con Emily Dickinson, Anne Sexton, Nabokov o Cristina Morales. «Hay una parte de provocación en esas declaraciones, pero a raíz de la polémica que, por cierto, hizo que me tuviera que quitar de las redes sociales un tiempo por los insultos que recibía, me he dado cuenta de que Bad Bunny es literatura porque condensa el sentir de un tiempo, pero también es un buen personaje literario y a eso juegan muchos artistas de nuestro tiempo. Pienso por ejemplo en Elizabeth Duval, que además de escritora es un personaje. Creo que una de las maneras de nuestra generación de representarnos como artistas es convirtiéndonos en personajes, así logran hacerse ver», cuenta.

«Ahora estoy obsesionada con Simona y su temazo Perreo y lloro que, para mí, es el resumen del 2020. Por eso afirmo que, igual que encuentras poesía en un paisaje, por qué no puedes encontrarlo en el reguetón. Eso también depende de quien lo mire. Una flor no es un poema, pero puedes convertirla en uno, igual pasa con un perreo», compara.

Así las cosas, la autora de la novela El funeral de Lolita interpreta que podemos ser feministas y escuchar reguetón sin sentirnos culpables o traidoras. «Como sostiene la activista argentina Luciana Peker, autora de Putita golosa, la investigación sobre el placer nos lleva a contradicciones y terrenos que desconocíamos porque se nos ha negado todo tipo de placer, por eso es bueno que nos replanteemos con qué queremos gozar. Por su parte, Cristina Morales, en referencia al escritor macho Octavio Paz, quien sabemos que maltrataba a su esposa la escritora Elena Garro, insiste en que tiene que poder darse el gozo de leerlo y comprobar el talento artístico del que todos hablan y, después, también darse el gozo de contradecirlo. Así que yo puedo darme el gozo de perrear con quien sea o sola y después cuestionar si me gusta o si resulta nocivo o no. Soy feminista las 24 horas del día, pero también tengo mis sentidos y quiero disfrutar de mi cuerpo las 24 horas del día».

Sobre el último disco de C. Tangana, Miguel reconoce que «me interesa y me aburre a ratos». En todo caso, admite que «es una propuesta interesante y es un artista que ha conseguido unir generaciones, algo que nos han criticado a los millenials». En comparación, la escritora se queda con Bad Bunny, pues «me divierte, aunque son para momentos diferentes. Prefiero el trap y el perreo triste, me hace conectar con mi yo gótico de los 13 años».

Felicidad

Con todo, ahora Miguel reconoce que «tengo ganas de seguir pasándomelo bien escribiendo, igual que he gozado con Caliente». “Siempre he practicado la escritura en caliente y me interesa la idea de poner el cuerpo, un concepto que se usa en la política o el activismo. Me gusta la literatura que pone el cuerpo. Con la promoción del libro me he dado cuenta de que cierro una etapa. Si, como digo al final, es una narración en caliente de un momento feliz, quiero seguir así. Necesitaba felicidad en mis textos, que han sido muy oscuro y han narrado la recuperación dolorosa de escritoras feministas o el abuso, en el caso de El funeral de Lolita. Con Caliente me he quedado a gusto y puede que parezca mi libro más íntimo porque he gozado mucho escribiéndolo. Tengo 30 años y quiero dedicarme a esto y pasármelo bien, ya bastante difícil es no sufrir en la vida. Quiero que la literatura sea refugio», insiste.

Su próximo poemario, Poesía masculina, que verá la luz en mayo con La Bella Varsovia, sigue en la misma línea que este ensayo. «Es la historia de cómo se rompe un matrimonio de una pareja que lleva junta toda la vida, desde los 17, y que se da cuenta de que el binomio ya no funciona. Es verdad que Caliente es más femenino y en este me pongo en la piel de él», avanza.

Por otra parte, Miguel firma el epílogo de la recientemente publicada antología de poesía joven Cuando dejó de llover. 50 poéticas recién cortadas. Este volumen de obras, compiladas por Jorge Arroita y Alejandro Fdez. Bruña, también cuenta con un prólogo del reconocido autor ibicenco Ben Clark.