Según los expertos, esta situación hará que las guitarras Fender cobren un valor superlativo.

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El nivel de hartazgo que soporta la sociedad ha pasado de pantalla y ya alcanza el nivel Dios. Va para un año que el puñetero virus –disculpen si caigo en los bajos fondos del vocabulario– se instaló en nuestras vidas y, lejos de hacer las maletas, se está apoltronando en el sofá. Algún día, querido lector, su tataranieto escuchará con estupor cómo entre los años 20 y 21 del siglo XXI un patógeno con menos gracia que Rajoy en el Club de la Comedia casi deja la Tierra hecha un solar.

Hoy, más que nunca, el arte y la cultura se antojan vitales. Por su innata capacidad para abstraernos de la realidad. Por su naturaleza escapista. Nunca fue tan catártico escuchar a Springsteen bramando el estribillo de No surrender. Pero la naturaleza, enfurruñada con sus inquilinos, no deja de lanzarnos mensajes, avisos, amenazas. ‘O cambias o te cambio’.

Y ahora parece empeñada en arrebatarnos el Cadillac de las guitarras, la marca Fender, con la que genios como Jimi Hendrix, Keith Richards o el propio Springsteen han forjado su colorido imaginario. Según apuntan los expertos, el temido cambio climático ha disparado la escasez de fresno verde, el árbol que da la madera para las populares guitarras fabricadas en Arizona.

Dicho árbol crece en una llanura del río Misisipi, por lo visto su crecimiento lento y su madera poco densa hacen de él la especie ideal para fabricar las emblemáticas guitarras, cómplices de himnos como Born to Run, Helter Skelter o (I Can’t Get No) Satisfaction. El cambio climático está diezmando las poblaciones de este árbol, por lo que Fender ya está buscando otras especies para continuar con su noble legado, aunque teme que la acústica de los instrumentos pueda resentirse.

«Al final todo depende del ‘mojo’ que le das a la guitarra y el que ella te da a ti. Creo que en el fondo no es un drama que se vayan a dejar de fabricar, el error ha sido utilizar una madera que estaba en peligro de extinción», reflexiona Luis Albert Segura, de L.A. El artista blande un discurso que oscila entre el conservacionismo ambiental y el optimismo: «En mi último disco utilicé una guitarra de los 70 de una marca rara que suena increíble, así que todo es muy subjetivo. Creo que no podemos permitirnos el lujo de sacrificar un árbol para hacer una canción».

Para el guitarrista y compositor Damià Timoner, que la madera de fresno se esté agotando «es una mala noticia, pero siempre se puede experimentar con otros materiales». Y pone un ejemplo de lo más exótico: «Tengo un amigo que fabrica guitarras con madera de coco bolo y suenan impresionantes».

Alerta

La noticia, que ha puesto en alerta a grandes guitarristas internacionales, no inquieta demasiado al manacorí, «al cambiar la madera de una guitarra puede resentirse su sonido, pero también puede mejorar». Difiere Still Morris, alias del rockero Eloi Pardo, quien sostiene que «si cambia la madera con la que se fabrica la Fender estaremos ante otra guitarra, tendrá el sello de una de las mejores casas, sí, pero la madera es el alma de cualquier tipo de guitarra, cambiará la vibración, cambiará todo, no será lo mismo», incide.

Ante semejante panorama, cabe preguntarse si hoy Jimi Hendrix quemaría su Fender Stratocaster tras bordar uno de sus impetuosos shows. «Conociendo a Jimi, la quemaría igual», desliza entre risas Pardo.

Según los expertos, la situación que atraviesa la casa Fender generará que, al igual que sucedió con Gibson y su bancarrota, las guitarras Fender de fresno verde que pululan por el mercado de segunda mano cobren un valor superlativo.