Un momento del estreno de ayer de ‘Climàtic 3.0’ en la Sala Gran del Teatre Principal de Palma. | M. À. Cañellas

TW
1

La complicada situación pandémica que sigue azotando todo el planeta no oculta– o no debería hacerlo– la otra gran crisis: el cambio climático. Consciente de ello desde hace tiempo, el compositor y músico Miquel Àngel Aguiló se ha servido de todas las artes a su alcance –música, literatura, teatro, danza, y audiovisuales–para crear Climàtic 3.0. Este espectáculo visual y ecológico se estrenó ayer en la Sala Gran del Teatre Principal de Palma, una cita a la que asistieron unas 340 personas. Teniendo en cuenta las restricciones sanitarias vigentes por el coronavirus, el aforo era limitado, del 50 % y, por tanto, el estreno fue todo un éxito.

A pesar de que la pieza mezclaba todos los formatos y disciplinas mencionadas, la música, compuesta por Aguiló, fue la gran protagonista de la velada. El autor se basó en los textos Cántico a las criaturas de San Francisco de Asís para construir este proyecto colectivo en el que han trabajado una treintena de artistas y profesionales, entre los que se encuentran las potentes voces de Yosra Zecris y Mery Lambourne; la armoniosa danza de Mar Aguiló; la interpretación narrativa de Nadir Jiménez; las evocadoras imágenes y proyecciones del artista Pedro Oliver; las sugerentes luces de Andrés López o el vestuario sostenible (y por tanto coherente) de Angie Vallori.

Personajes

El sol, la luna, las estrellas, las nubes, el agua, los árboles, la tierra y todas las criaturas que habitan en nuestro planeta se transformaron este sábado en personajes y se subieron todas y cada una de ellas sobre el escenario.

Así, más de 300 personas –con más ganas que nunca de Cultura– compartieron la solemnidad de esta original propuesta que, como ya advirtió Aguiló, no trata de sermonear o de aleccionar, pero sí de despertar conciencias.

mc1303211977.jpg
Más de 300 personas no quisieron perderse esta función tan especial.

Y es que Climàtic 3.0 es un viaje estético sobre la importancia de cuidar los elementos y seres vivos que nos rodean, de no contaminar el aire que respiramos o dejar a un lado la avaricia que nos lleva a querer poseer todos los bienes, por citar algunas de las consideraciones más explícitas.

Bajado el telón, el espectador se da cuenta de que ha viajado muy lejos –hasta el firmamento–, pero también muy cerca y sin moverse de la butaca. Ése es el mérito y el éxito de esta obra de Aguiló: evocar todo ser viviente sin voz y hacer que hable, mostrarlo. El mensaje es claro: no todo está perdido y no es tarde para recuperar la armonía de la naturaleza y el equilibrio que el hombre rompió hace tanto, con la Revolución Industrial.