El autor Joan Perelló, posando para esta entrevista. | Jaume Morey

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Joan Perelló (Campos, 1953), uno de nuestros «Sèniors Poètics» de mayor nivel, acaba de publicar un nuevo poemario, Mans de presagi (Lleonard Muntaner). La primera afirmación la hace el escritor Jaume C. Pons Alorda, que firma el exhaustivo epílogo de este volumen.

Pons Alorda asegura que esta obra es un «paso adelante» en su trayectoria. ¿Lo cree así?
— Es algo que no me había planteado. Es verdad que, comparándolo con libros anteriores, que eran más intimistas y personales, éste es más abierto al exterior hacia el amor.

¿Podría decirse que es un gran poema de amor?
— Sí, aunque, como en cualquier poema de amor, tiene en cuenta otros factores de la vida y están representados. De hecho, lo planteé como un poema de amor. Siempre he hecho una poesía de reflexión interior, pero éste está más abierto hacia la expresión corporal.

Pons Alorda incluso habla de «versos porno».
— Bueno, cuidado que eso no se malinterprete. Tenemos una percepción exclusiva del porno cuando, realmente, cuando se junta como erotismo son elementos básicos de nuestra vida. Creo que he hecho un libro más sensual que no pornográfico. Asimismo, la poesía puede conmover, pero sin caer en sentimentalismos. Y cuando digo que es un poema de amor, cuidado, no es lo mismo que ser cursi. Me horrorizaría que el lector viera a este libro como tal. Soy un sentimental como todos, pero cuando leo un poema excesivamente sentimental y pensado como tal, me chirría.

Hablando del cuerpo, con el título del libro pone el foco en las manos.
— Tenía la necesidad de que aparecieran las manos en el título. Soy un poco manazas y admiro profundamente a los artesanos y los profesionales que trabajan con las manos. A su vez, es una parte del cuerpo muy expresiva; pueden representar el amor, la solidaridad o dar consuelo al enfermo. También me interesan como reflejo de quien trabaja la tierra, del pagès. Por otra parte, sobre el presagio, el azar también ha estado presente en mis libros.

El poemario se divide en tres partes: Astúcia, Plenitud y Final.
— El libro es muy unitario y es un único poema, podríamos decir que circular, pues no tiene ni inicio ni final. Pero sí que he querido marcar estas tres partes que proyectan tres momentos existenciales. La astucia sería la juventud, con los versos posiblemente más incendiarios; la madurez se corresponde con la plenitud de la vida y la reflexión final, propia de la cercanía a la muerte. Todas estas partes hablan de lo mismo, pero están separadas por los diferentes momentos de la vida. En medio, además del amor, están todos los temas que siempre salen en la poesía, como la muerte, o mi preocupación por el lenguaje o la decrepitud de nuestro idioma.

¿En qué sentido le preocupan?
— Ya no hablamos ni escribimos bien. También es una preocupación recurrente en mis libros que es la preocupación por el paisaje.

El mismo paisaje que le sirve para expresar todo ese amor.
— Exacto. Me gusta mucho escribir desde el punto de vista de las imágenes. Creo en la poesía que hace imágenes. Incluso a veces priorizo encontrar una imagen a buscar la métrica. Mi prioridad es encontrar una imagen representativa. Por otra parte, también es importante la metapoesía, es decir, la poesía es un personaje más de los poemas y es también un motivo recurrente en mis poemarios.

Estuvo 20 años sin publicar.
— Que no publicara nada en un tiempo no quiere decir que no escribiera. Está claro que no fue el momento en el que estaba más en forma literariamente, pero fui escribiendo. Precisamente en ese tiempo escribí dos novelas, inéditas, que ya están destruidas, y otras obras que luego se fueron publicando.

¿No tiene un cajón lleno de obras que esperan a ser publicadas?
— No soy de este tipo de escritores, nunca guardo papeles. Desecho todo lo que va sobrando de los libros.

¿Su papel en la política influyó en su «desilusión» ante el mundo, como apunta Pons Alorda?
— Muy pronto me di cuenta de que no era el camino que tenía que tomar ni que tenía que formar parte, como personaje, de este mundo. Hoy sigo la política con interés, pero ya no la vivo como una parte mía. Nunca me he sentido lejos o separado de la literatura, ni en los 20 años que estuve sin publicar. La política ahora es un mundo muy profesionalizado y parece que se sitúa por encima de las personas. En cambio, yo soy más partidario de la actitud humanista, creo en los valores y los derechos de las personas.

Dice que es un hombre de pocas palabras, algo que queda reflejado en este libro, formado por secuencias a veces crípticas.
— Es muy bueno que cada lector haga su interpretación de los versos. Escribir poesía de fácil lectura puede provocar que se pierda calidad. No creo que tengamos que escribir para que no nos entiendan, pero me gusta que el lector se esfuerce y piense. Hoy en día hemos perdido la capacidad comunicativa. Soy usuario de redes sociales y agradezco la brevedad y la concisión, pero...

Portada del poemario ‘Mans de presagi’.