La escritora Neus Canyelles, posando para esta entrevista. | Pilar Pellicer

TW
2

Después de contar su experiencia en una unidad de psiquiatría de un hospital en Les millors vacances de la meva vida (Empúries, 2019), ahora Neus Canyelles (Palma, 1966) revisa los momentos más felices de su vida, «los únicos», advierte, en Autobiografia autoritzada (Empúries), que hoy mismo llega a las librerías. En este libro, Canyelles narra episodios de su infancia en la Serra de Tramuntana junto a su familia o anécdotas sobre sus amistades en un colegio de monjas.

Si existe una ‘autobiografía autorizada’, es porque hay también una ‘autobiografía no autorizada’.
— En los últimos años las circunstancias han sido muy complicadas. No he escrito esta novela de golpe, sino que iba escribiendo fragmentos, sin saber si acabarían siendo una novela o algunos cuentos. Pero después me di cuenta de que había un vínculo entre todas esas partes y decidí aprovecharlo y escribir sobre una época feliz de mi vida, la única. Fue hasta los 13 años. Pero no quiero hablar de ello.

Usted es muy irónica, como el título que ha elegido.
— Me hacía gracia porque, cuando publican la biografía de personajes públicos o famosos, siempre destacan que se trata de «la biografía autorizada». Y yo en este libro, y como siempre, he escrito lo que me ha dado la gana. Igualmente aquí relato escenas, como flashes, que me han dolido y se me han escapado. La vida no tiene argumento, simplemente vas haciendo. Hay gente segura de sí misma que cree que es dueña de su destino. Yo no. De hecho, tengo la impresión de que en mi vida no he escogido sobre nada. Sí he elegido tener un perro o comprarme un libro concreto, pero nada más. No tengo un control. Llega un momento en el que no sé qué quiero, me cuesta elegir entre dos cosas. Y, excepto en la escritura, no me siento segura de nada. Mi vida es un desastre y no tiene pinta de cambiar.

Se la define como una «narradora del yo».
— No concibo otro tipo de escritura. Soy una autora que no vende mucho, no soy mediática ni puedo vivir de esto. Aunque poca gente es la que puede hacerlo. Estuve tan mal que dejé de escribir, lo intenté, pero si no escribo me encuentro fatal. No entiendo aquellos que dicen que cuando escriben sufren. Entonces no escribas, nadie te obliga. Yo escribo porque me hace feliz.

En este especie de «prólogo en revisión permanente» denuncia que las enfermedades mentales son las grandes incomprendidas.
— Los dos temas principales de esta novela son la importancia de la memoria y el miedo a la locura. Si no tuviéramos memoria no seríamos nada, no existiríamos. Y eso se relaciona con la locura por las unidades de psiquiatría por las que he pasado, por la gente que he conocido. Eso siempre será tabú, aunque para mí nunca lo ha sido. Muchos lo esconderían, pero yo, en cambio, escribo una novela sobre eso. Quiere decir que para mí la muerte forma parte de la vida.

Además, se queja de que los escritores tienen que pasar por una campaña de promoción que incluyen entrevistas como esta.
— No me gustan las entrevistas entendidas como un examen, pero sí me gusta charlar, aunque soy irónica y muy tímida. Para mí es como un circo y una barbaridad, como el hecho de que no distinguieran a Josep Pla con el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes porque decían que era franquista. Él y Mercè Rodoreda son los mejores narradores en catalán que ha habido nunca. Es tan horrible como no haberme podido presentar a un premio porque, tres meses antes, ya sabían quien lo ganaría.

¿Los premios literarios también son un circo?
— Y no sé cómo he ganado cuatro. No escribo sobre nada que esté de moda y parece que no interesa a nadie porque es sobre mí. Ahora, por ejemplo, lo que está de moda es escribir sobre feminismo o LGTBI. Yo siempre escribo sobre mi misma y eso nunca está de moda.

Y hablando de feminismo, en esta parte asegura que a las mujeres «ya les molesta todo», como que le cedan el asiento en el autobús.
— Soy feminista según el diccionario, de defender la igualdad entre hombres y mujeres. Ahora bien, se dicen absurdidades como si el amor romántico es un pecado mortal. Confunden cursilería y romanticismo, que son dos cosas muy diferentes. Y que conste que no me considero romántica.

Pero, por ejemplo, critican esos cuentos que nos han vendido en los que la princesa, la mujer, tiene que ser salvada por un príncipe.
— A mí me hubiera gustado que me hubiera venido a rescatar un príncipe. Bueno, no un príncipe porque no soy monárquica. No entiendo que se ofendan tanto, yo no tengo tiempo de pensar en estas minucias o, mejor dicho, directamente ni se me pasan por la cabeza. A mí lo que me molesta es que cobremos menos, o que no podamos conciliar como los hombres o, evidentemente, que haya violencia machista.

Portada de la nueva novela de Canyelles.