El músico, compositor y productor Miquel Brunet, en su estudio Ona, en Bunyola. | ONA EDICIONS

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Corría el año 1991 cuando el pianista y compositor Miquel Brunet decidió crear su propio estudio de grabación y sello discográfico en Bunyola, su pueblo natal. Así, Brunet fundo Ona Edicions Musicals junto a su amigo el arquitecto Guillem Colom, quien «me transmitió su pasión por el diseño y la coherencia estética, pues era un gran amante de las buenas ediciones». Un año después, en 1992 y hasta 2010, pasaría a denominarse Ona Digital, fruto de la unión de Ona Edicions Musicals y Digitals, de Toni Fernández.

Entre los primeros trabajos de Ona Edicions figuraba el elepé Missatges en clau, de Tomeu Matamales; el disco Erzherzog Ludwig Salvador, de Genia Tobin y otro álbum dedicado a la obra del compositor Joan Maria Thomàs para la Universitat de les Illes Balears y dirigido por Joan Company. La lista de artistas y formaciones que han pasado por el estudio de Bunyola son muchos más, desde Els Valldemossa, Biel Majoral, Damià Timoner, Cucorba, Isidor Marí, Llorenç Santamaria, Los del Rio, Maria José Montiel, así como Xeremiers de Petra o los coros de la Fundació Teatre Principal.

Con todo, Brunet insiste en que «más que un coleccionista de nombres como si de trofeos se tratara, me gustaría más que se me considerara o se me viera como un engranaje útil para construir la cultura colectiva de las Islas». «No me quedo con ningún nombre, por mucha fama que tenga, sino con el sentimiento colectivo de todos los que han formado parte de Ona», advierte, pues, por ejemplo, para él son muy importantes las corales, como por ejemplo la Coral Universitària y sus filiales, pero también las de los colegios y de los pueblos. «Para mí son muy valiosos los movimientos corales, porque dan un sentido a la colectividad, a la unión de lo social y lo cultural, además de ser un estímulo para sus miembros y participantes a la hora de, por ejemplo, prepararse un concierto», apunta.

Dignidad

En estas tres décadas, Brunet afirma que «hemos dejado la dignidad del oficio del músico por el camino y han amateurizado la carrera de los artistas» y asegura que «antes no había tantos músicos en las Islas ni tenían tanta formación. Sin embargo, ha menguado la posibilidad de que el músico pueda vivir de su trabajo y éste es el gran drama y consecuencia de internet, con plataformas como Spotify, que han banalizado el escuchar música sin recompensar al artista. Hemos normalizado que el artista no gane nada».

Sobre si vale la pena o no grabar música en formato físico, Brunet tiene claro que «cuando se graba y se edita bien un disco, teniendo muy en cuenta la parte estética, es una manera de dejar constancia de la situación cultural de un momento dado». «Creo que cuando subes canciones únicamente en internet, en formato virtual, corres el riesgo de que los temas queden tapados u ocultos por la gran cantidad de obras que hay. En cambio, cuando adquieres música en un soporte físico, se crea un vínculo muy directo entre el oyente y el artista, algo muy especial y toda una experiencia que incluso puede generar adicción al coleccionismo», añade. «Hace treinta años que busco el equilibro entre la ética y la estética», concluye.

Respecto a su faceta como músico y compositor, Brunet lanzó recientemente Apoptosi, un libro-disco junto a Marcel Pich y Guillem R. Simó; además del cedé Missa del descreure, un proyecto que vio la luz el pasado verano pero que llevaba «congelado» mucho tiempo y que se materializó durante el confinamiento, en «una época de reclusión y reflexión». Como productor, en estos momentos tiene en marcha tres proyectos que «se han alargado por culpa de las restricciones» y que verán la luz próximamente. Además, para celebrar este 30 aniversario, durante este año organizará unas conversaciones que llevarán por título Ona Nam y que se centrarán en el debate del estado actual de la música y la cultura.

Brunet con Tomeu Penya y Llorenç Santamaria a principios del año 2000.