El Museo Picasso Málaga presenta la exposición 'Miquel Barceló. Metamorfosis', que toma su nombre del relato de Franz Kafka.

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El Museo Picasso Málaga presenta a partir de este miércoles, 27 de enero, la exposición 'Miquel Barceló. Metamorfosis', que toma su nombre del relato de Franz Kafka publicado en 1915, con cerca de 100 obras realizadas entre 2014 y 2020 que podrán contemplarse hasta el próximo mes de septiembre.

Tras más de una década de ausencia en Málaga el artista reúne en exclusiva una selección de obras realizadas en los últimos años: 30 cerámicas, 13 pinturas, 42 acuarelas, seis cuadernos de viaje y una pequeña escultura; así como una instalación compuesta por siete bronces de gran tamaño que se han instalado en el patio central del museo. Será la segunda vez, tras la exposición de Prince en el año 2012, que el Museo Picasso malagueño dedica una exposición a un artista vivo contemporáneo.

La mutación, la movilidad y la transición son algunas características propias en la obra del artista mallorquín, cuyo mundo creativo verifica una permanente metamorfosis desde el principio de su trayectoria. El paso del tiempo y la alquimia de los materiales destacan como elementos del hilo conductor de esta muestra que cuenta con la colaboración de Fundación «la Caixa».

Comisariada por Enrique Juncosa, esta exposición pone la atención en la condición cultural trashumante del artista, a la vez que supone un planteamiento crítico de la creación entendida como proyecto de progreso ilimitado: cada una de sus obras nos lleva a otra, en un proceso de reinvención cíclica. Partiendo de la realidad que mira, vive, lee e imagina las representaciones incluyen matices sociológicos o ecológicos, al mismo tiempo que expresan una apasionada vida interior.

Su obra ha sido expuesta en instituciones de todo el mundo como el Museo de Prado, Madrid; el Musée du Louvre, Paris; o la Galleria Nazionale d'Arte Moderna, Roma, entre otras. Al igual que para Pablo Picasso, también para Barceló la cerámica, la pintura o el dibujo son variaciones, experimentos de un todo.

«Cada obra es experimental, cada obra es un ensayo para otra, que no existirá probablemente jamás, y eso creo que es tan válido para mi pintura como para mi cerámica o para cualquier cosa que salga de mi mano», afirma el mallorquín que lo que ha recibido de Picasso es «una especie de influencia genérica, una manera de relacionarse con la vida, una forma de estar en el mundo».

La reanudación constante de la búsqueda, la versatilidad en la exploración de nuevos soportes, la interrelación entre diversas técnicas y periodos artísticos, una manera de trabajar incesante y vertiginosa, la riqueza cromática, el discurso con la gran tradición, la fascinación por la mitología y el simbolismo arcaico de la tauromaquia o las ilustraciones de libros, hermanan de alguna manera a estos dos artistas españoles.

El Museo Picasso Málaga presenta cerámicas, pinturas, acuarelas, cuadernos de artista y obras de técnica mixta sobre corteza de morera y esculturas de bronce. El aspecto central lo constituye una selección de 30 cerámicas que se caracterizan por su sofisticada rudeza, presentando formas laceradas, fragmentadas y agujereadas, en las que aparecen elementos figurativos que se refieren a plantas y seres acuáticos, sugiriendo lenguas, pétalos, aletas u hojas, y pudiendo tener, en ocasiones, rasgos antropomórficos.

En su conjunto, este grupo que se expone en la pinacoteca malagueña resume los intereses de un artista que, sin abandonar la pintura, ha explorado las posibilidades formales y conceptuales de la cerámica. Estas creaciones de arcilla, han nacido en su estudio taller de Vilafranca de Bonany (Mallorca). Al igual que los Tótems, una nueva serie de cerámicas de gran formato realizadas a partir de bloques superpuestos, que evocan la arquitectura clásica, deidades y personajes mitológicos de una desconocida civilización.

En 'Metamorfosis' exhibe asimismo recientes pinturas de gran formato, como unos paisajes nocturnos, azules y negros, con tormentosos cielos de plenilunio, en los que resuenan movimiento y luz. Asimismo, se muestra un autorretrato de aspecto carbonizado, resultado de arañar una superficie negra, y pinturas con relieves de animales que aluden a las pinturas rupestres, que testimonian que para Barceló la prehistoria es tan moderna como cualquier otra época de la historia del arte.

La muestra incluye una serie de quince aguadas que el mallorquín ha creado sobre el relato de Kafka, que se exponen junto a otras dos series coetáneas de acuarelas realizadas en Tailandia y en la India, países que ha visitado con frecuencia en los dos últimos años. Una selección de seis cuadernos de viajes, resultado de los periplos asiáticos del artista, también pueden ser vistos.

Un conjunto escultórico de siete bronces de gran formato, que representan varias cerillas usadas y retorcidas tras haber sido consumidas por el fuego, se ha instalado en el patio del Museo.

Además, con motivo de la exposición, el Museo Picasso va a publicar en español con textos en inglés, un catálogo de 300 páginas. El libro contendrá una conversación entre Bernard Ruiz-Picasso y Miquel Barceló, así como textos de Enrique Juncosa y del director artístico del Museo Picasso Málaga, José Lebrero. Profusamente ilustrado podrá adquirirse en la Librería de la pinacoteca, donde pueden reservarse ejemplares en lalibreria@mpicassom.org.

Miquel Barceló (Felanitx, Baleares, 8 de enero de 1957), uno de los artistas españoles de su generación con mayor proyección y reconocimiento internacional, se dio a conocer en el contexto de la eclosión de la pictórica figurativa de los años 80. En su adolescencia viajó a París, ciudad que le provoca tal impacto artístico que ese mismo año comenzó a asistir a clases de dibujo y modelado en la Escuela de Artes Decorativas de Palma de Mallorca.

Poco después ingresa en la Escuela de Bellas Artes Sant Jordi de Barcelona, donde acude solamente unos meses antes de continuar con una formación autodidacta. En plena juventud, su participación en la Bienal de Sâo Paulo (1981) y en la Documenta de Kassel VII (1982) lo proyectan a la escena artística internacional, momento en el que museos y galerías del mundo empiezan a interesarse por su obra.

Fue galardonado con importantes reconocimientos, como el Premio Nacional de Artes Plásticas (1986) y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2003). En 2007 presenta el extraordinario retablo cerámico en la catedral de Palma de Mallorca, en el que recrea el milagro de los panes y los peces. Y a finales de 2008 se hace mundialmente conocido por la cúpula de la Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones del Palacio de las Naciones Unidas de Ginebra, en la que representó un gran océano mediante miles de estalactitas marinas.

Barceló hace suyos los lugares en los que planta su estudio, y alimenta allí su inspiración con luz, polvo, aire, tierra, agua e incluso con lo que hacen otros artistas de la zona. Lleva consigo la gran tradición pictórica europea, de la que se nutre. Dotado de una formidable fuerza creativa, su trabajo incorpora numerosos y muy variados referentes culturales: la pintura barroca, el expresionismo abstracto norteamericano, el arte povera italiano, el art brut; y artistas como Caravaggio, Velázquez, Rembrandt, Goya, Paul Klee, Jan Dubuffet, Pablo Picasso, Joan Miró o Antoni Tàpies, son algunas de las influencias del artista.

Utiliza gran variedad de materiales, a veces poco ortodoxos, tanto orgánicos como inorgánicos. Barceló ha incorporado a su obra algas, alimentos, leche, lejía, huevos o sangre. Ha ahumado cuadros, dibujado sobre papeles comidos por las termitas o pintado sobre lienzos abultados o cortados con sierra eléctrica. La compenetración táctil con esas materias con las que trabaja --ya sea arcilla, tintes, cortezas o pigmentos-- denotan su gran pasión por la naturaleza.