La reconocida actriz Vicky Peña, en una imagen promocional. | GOTA DE LUZ

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Pocos son a los que no les suena el nombre de Pedro Páramo, el protagonista que da título a la novela del autor y fotógrafo mexicano Juan Rulfo (1917-1986), una de las obras más importantes del siglo XX y con la que Rulfo es considerado para muchos el

padre del realismo mágico. El dramaturgo Pau Miró ha conseguido adaptar esta novela tan compleja, poblada de ecos y espectros fantasmagóricos, al teatro, con un montaje que toma el mismo título y en el que Mario Gas dirige a los reconocidos actores Pablo Derqui y Vicky Peña, con quien hablamos sobre esta pieza que se representará en el Teatre Principal de Palma este fin de semana: el sábado 26, a las 19.00 horas, con un coloquio posterior con el elenco, y el domingo 27, a las 18.00.

¿Cómo fue ensayar en tiempos de pandemia?

—Seguíamos todas las precauciones y normas de higiene, con gel y pruebas, pero fue más fácil porque solamente somos dos sobre el escenario. Los ensayos tenían que realizarse en mayo y junio y finalmente fueron en septiembre. Estábamos contentos de poder ensayar y sabíamos que tarde o temprano podríamos representar la obra. Sin embargo, la situación general es complicada y tenemos que estar en un estado de alerta continuo que no es favorable a la paz de espíritu.

Se dice que el montaje es bastante fiel a la novela de Rulfo.

—Sí, Pau Miró estaba muy enamorado de la obra y desde hace tiempo intentaba encontrar la manera de llevarla a escena. Es una obra muy compleja, extraña, sugerente, poética, surrealista... En la novela salen muchos personajes, él ha seleccionado unos cuantos para seguir el camino de Juan Preciado a Comala, donde viaja para conocer a su padre, Pedro Páramo. Pau sintetiza los momentos pero hay citaciones literales y mantiene la riqueza poética del libro.

¿La había leído antes de que el proyecto llegara a sus manos?

—No, la leí antes de que me dieran el guion, aunque reconozco que la tenía pendiente desde hacía mucho. Me quedé desconcertada por cómo podía ser posible adaptarla al teatro, pues hay muchas voces que no sabes si están vivas o muertas. Pero al final lo que cuenta es la suma de todas las sensaciones que te aporta y te produce la novela; los contrastes son muy humanos y poéticos, muy surrealistas. Pau Miró ha conseguido plasmar todo eso, también con la ayuda de la escenografía de Sebastià Brosa, las proyecciones de Álvaro Luna o el ambiente musical de Orestes Gas. Es una experiencia muy sensorial.

Usted y Pablo Derqui encarnan a todas esas voces. Un gran reto.

—Les damos voz a través de pequeñas transmutaciones en la manera de hablar y evolucionar en el escenario, en algún pequeño cambio de vestuario; pero somos criaturas jugando a interpretar diferentes personajes. Nos lo pasamos bien, pero hay que decir que los ensayos fueron complicados hasta que logramos encontrar el tono adecuado de acercarnos al texto con sensibilidad y sencillez. No teníamos que cargar los acentos ni exagerarlos, sino pasar de un personaje a otro con naturalidad.

¿No sobreactuar es, en general, lo más complicado?

—Sí, tenemos que estar siempre cerca de la naturalidad que es lo que hace más creíble y nos acerca a la verdad.

Ha trabajado muchas veces con Mario Gas y forman una pareja que funciona muy bien sobre los escenarios.

—Trabajar con él siempre es un reto, pues es muy exigente. Nuestra relación escénica siempre es muy intensa, interesante y enriquecedora y espero estar a la atura de sus demandas.

También coincidió con el inicio de la pandemia Justícia, escrita por Guillem Clua y que representaba junto a Josep Maria Pou, entre otros, en el Teatre Nacional de Catalunya.

—Faltaban tres semanas para terminar cuando tuvimos que suspender todo. Fue una lástima porque funcionaba maravillosamente bien y al público le encantaba. Parecía que la reprogramarían para diciembre, pero al final no ha sido posible.

Hablamos de crisis por el coronavirus, pero parece que el teatro siempre está en crisis.

—El teatro es un mundo en continuo equilibro o desequilibrio. Es complicado, somos temporeros continuamente, es una profesión muy inestable y es difícil trabajar con cierta continuidad. Sin embargo, ahora vivimos otro tipo de crisis que afecta a otros sectores y, para el nuestro, ha sido catastrófico.

Su madre, la gran Montserrat Carulla, falleció hace poco. Su hermano, Roger Peña, criticó duramente a los medios por su cobertura «indigna». ¿Lo comparte?

—No quiero entrar ahí, pero a nivel personal ha sido una gran pérdida para todos los hermanos. Nos ha dejado muy solos y perder a una madre siempre es terrible, aunque nos ha confortado el hecho de que tuvo una vida larga, plena y preciosa, en la que se sintió realizada como mujer y como actriz, muy querida. Hemos recibido muchos mensajes de cariño y de respeto, tanto por parte de los medios como de la gente de la calle y de entidades. Nos hemos sentido abrumados por tanto cariño y eso nos ha calentado un poco el corazón.