Lejos de YouTube, Isaac también tiene otro don más allá del humor.

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Al igual que los superhéroes de los tebeos que leía –y lee–, Isaac Sánchez tiene un alter ego por el que le conocemos muchos. Un nombre al que pertenecen grandes hitos del humor más reciente, como la mítica batamanta. Está claro que hablamos de Loulogio. Pero lejos de YouTube, Isaac también tiene otro don más allá del humor. Saca su lado más creativo sobre el papel donde dibuja y escribe sus propias historias. Su más reciente creación, que ha levantado una grandísima expectación, es El Don, publicada por Dolmen, donde los superpoderes son un agente infeccioso y cuyo contagio altera la vida de una humilde pareja, «gente sencilla de ilusiones básicas que necesitan poco para ser felices y muy poco para que todo se vaya al traste».

La primera es obligada, ¿cómo recuerda sus inicios en YouTube?
— YouTube me lo encontré por el camino. Era divertido y me permitió dedicarme a algo tan goloso como es la comedia y el show business..., pero soy cuentacuentos y tarde o temprano tenía que asumirlo. No guardo malas sensaciones con YouTube, de hecho me sirve de escaparate. Simplemente, no sentía que fuera a lo que quisiera dedicarle la vida.

Apelo a su lado humorístico, ¿da 2020 para vídeos de los suyos?
— ¡No le diré que no me ha tentado! La comedia da mucho aire en situaciones tan estrambóticas.

Dejemos YouTube a un lado. Su faceta más propia es dibujar, ¿cómo se aleja El Don de Taxus y cuál es el tema principal?
— No quiero atarme a un estilo. En Taxus realicé algo en la línea de los álbumes europeos de fantasía y aquí me adentro en el comic-book, un estilo que siempre me ha gustado. Eso sí, trayéndolo a mi terreno. El tema fundamental es cómo el sistema no nos permite ser extraordinarios.

Casi todo el cómic ha sido realizado este mismo año. ¿Está usted loco?
— ¡Loco estoy! Pero había mucho trabajo previo y era cuestión de pasar las 200 páginas a limpio. No fue como empezar de cero.

Algunos elementos coinciden con lo vivido este año, aunque el guion era anterior a la pandemia. ¿Pensó que la realidad le estaba robando la idea?
— Hubo un instante realmente curioso. ¡Mi protagonista estaba confinado... y yo también! Y la historia estaba planteada desde mucho antes de que todo pasara. Pero es lógico. Si te preparas e investigas sobre cómo se actúa en caso de epidemia, es natural que se den esos condicionantes.

¿De dónde surge la idea de dar la vuelta a los superpoderes y convertirlos en algo infeccioso?
— De una noticia de un tipo que estaba muy agarrotado, pero fibroso. Parecía un ‘minihulk’ que no se podía mover. Pensé que si nuestro cuerpo obtuviera poderes no lo soportaría. Lo de llamarlo ‘don’ se debe a que es como si la sociedad lo bautizara así irónicamente.

La historia tiene un enfoque social al ser los protagonistas dos trabajadores de un barrio humilde, ¿a qué se debe esta elección?
— ¡A que yo soy de barrio obrero! Además, pensé que en caso de suceder catástrofes mundiales los que más las sufren son los de siempre. Patri y Edu son un reflejo de ello, gente sencilla con ilusiones básicas que necesitan poco para ser felices y muy poco para que todo se vaya al traste.

También se ponen en duda las decisiones del Gobierno en el control de la ciudadanía. Llevando esto al mundo real, ¿dónde están los límites?
— No hay que darle muchas vueltas para darse ver que los intereses de quienes mandan en pocas ocasiones coinciden con el bienestar de todos. Pero tampoco pretendo ser maniqueo en esto. Tomar decisiones por otros que no te perjudiquen... habría que verse en ello. En la historia se aplican medidas drásticas, pero claro, tienes a ciudadanos que podrían reventar un edificio y que ni siquiera saben controlarse. ¿Cómo velas por la salud del infectado a la vez que la de los ciudadanos que pueden sufrir por él? ¿Qué sacrificas: libertad o seguridad?

Suele compartir su proceso creativo en redes como Twitch, ¿cómo recibe esa experiencia?
— Es muy bonito y enriquecedor. No suelo dejarme influenciar, pero en ocasiones sí destacan algo o hay cierto feeling. La verdad es que lejos de sentirme cohibido me gusta mucho contrastar sensaciones durante el proceso. Justamente el personaje de Sol de Mayo lo diseñé en directo y de inicio me gustaba que fuera un mindundi que llegaba a ser muy poderoso, pero al final el cuerpo me pedía que diera miedo con solo mirador. Al final es Bryan Cranston con esteroides.

En ocasiones ha dicho que al escribir suelta sus ‘mierdas’, ¿qué ‘mierdas’ ha soltado en El Don?
— Muchas. Toda la escena del médico es prácticamente igual al día que me detectaron diabetes. Y le diré más: releyéndolo creo que sin querer estaba contando la historia de mis padres.

En un contexto mayor, ¿cómo ve la situación del cómic español?
— El cómic español lleva en crisis desde que puedo recordar. El mercado no da mucho lugar a que crezca y surjan propuestas, o si salen, tienen muchas dificultades. El gobierno podría hacer algo más con esta y más expresiones culturales.

Hace pocos, además, hubo debate sobre si el cómic es un arte o no por las declaraciones de Nuria Enguita, nueva directora del IVAM, ¿cuál es su opinión?
— Es tan obvio que es un arte que me parece absurdo debatirlo. No sólo es un arte, además es uno con un potencial narrativo, abstracto, de lenguaje único... Decir lo contrario es mera ignorancia.

¿Tendremos continuación de El Don?
— En principio la historia se cierra. A no ser...

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