El cineasta Benito Zambrano en Valldemossa. | M. À. Cañellas

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Después del éxito de su última película, Intemperie (2019), ganadora de dos Goya y cuyo guion firmaron los hermanos Daniel y Pablo Remón y Benito Zambrano a partir de la novela homónima del escritor Jesús Carrasco, Zambrano (Lebrija, Sevilla, 1965) está rodando una nueva adaptación del que ya se ha convertido en un fenómeno editorial. Su autora, Cristina Campos, ya se inspiró en Valldemossa para escribir esta historia. Está previsto que el filme esté listo a mediados de 2021.

¿Cómo llevan el rodaje, en estas condiciones?
— Precisamente ayer comentábamos que es como si estuviéramos metidos en nuestra burbuja, como si el mundo fuera otro. Hasta que ves las noticias y ves cómo están las cosas en el resto del país y del mundo. En ese sentido, también es como una liberación. Si estuviéramos en Madrid, Barcelona o en otro sitio estaríamos súper agobiados.

¿La pandemia se colará también en la historia?
— Podría ser como El amor en los tiempos del cólera de García Márquez y titularse El amor en los tiempos de la pandemia. Pero qué va. Hay un problema con ese tema, pero sería horrible que apareciera la pandemia como tal, imagínate a todos los actores y los personajes con mascarillas… Claro que eso se puede utilizar y sería curioso porque sería como ver a través de los otros. En el libro de Cristina Campos la acción ocurre en 2011 y nosotros lo hemos hecho un poco más contemporáneo, pero no queremos marcar la pandemia, sería como un filme antes del coronavirus.

Pan de limón con semillas de amapola es muy diferente a Intemperie.
— No tienen nada que ver. Aquella era una historia de machotes y ésta es una historia de hembras; aquélla fue una película fundamentalmente de hombres y está lo es de mujeres. También es diferente el paisaje, que es maravilloso, más cálido, con el mar… Todo es muy estético, queremos hacer una película bonita, tierna. Es una cinta de otras emociones y sentimientos.

¿Qué le motivó para decidirse a llevar a cabo este proyecto?
— En primer lugar el mérito es de la productora Filmax, que compró los derechos y me ofreció hacer la película hace ya cuatro años. Era un guion que ya teníamos prácticamente listo para rodar pero luego Intemperie se interpuso. Cuando quiero contar algo primero me tiene que emocionar, que me traspase, que yo sienta que merece la pena. Si a mí me duele, si me hace llorar o reír, pienso que eso le puede pasar a cualquiera.

¿En qué género podría enmarcarse la cinta?
— En el fondo soy un melodramático, me encanta el melodrama y creo que es uno de los grandes géneros. No sabría decir si es un melodrama cuento o un cuento melodramático.

¿El público agradecerá una historia como ésta?
— Espero que sí, sobre todo teniendo en cuenta que es una historia de mujeres, que son las que están siendo las protagonistas de este nuevo siglo. Creo que lo que quiere contar la película tiene que ver con la sororidad, con el apoyo, con la unidad, con el cariño, reivindicar la ternura, el amor, lo solidario... Sobre todo habla de la esperanza y la pandemia pasará como han pasado otras y lo que hay que recuperar es lo mejor de lo que somos.

Rodar así como está todo, ¿es de valientes?
— Sí, porque es difícil dar instrucciones con la mascarilla, necesito que me vea la cara porque me cuesta mucho expresarme así. Además, esta crisis sanitaria nos obliga a perder más tiempo y supone un coste alto para las producciones, un dinero que se va y no se ve en la película, sino que es para hacerla. Si no hubiera que gastarlo en seguridad, lo invertiremos, por ejemplo, en un día más de rodaje, en hacer las cosas con más cuidado y tiempo. Ahora mismo trabajar es lo más valiente, intentar que la cultura no se pare y seguir dando es ser valiente, igual que todo aquel que sale a la calle cada día para ‘currar’.