Medio siglo después. Casi 50 años después e su publicación, ‘Andrea Víctrix’ sorprende por su actualidad en muchos de los temas tratados, como el desenfreno turístico y la explotación de los recursos naturales. Un contexto excepcional desde el que Villalonga se ofrece más auténtico y satírico que nunca. | Ultima Hora

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Año 2050. Una persona congelada en 1965 despierta en una Mallorca totalmente entregada y dominada por el turismo. De hecho, ya no se llama Mallorca, sino Turclub, una tierra distópica en la que los recursos escasean y los excesos están a la orden del día. Quizá lo más sorprendente de toda esta trama es cuándo fue escrita y por quién. Hablamos de Andrea Victrix, de Llorenç Villalonga, la única novela de ciencia ficción escrita por el autor, que fue publicada en 1973 aunque rondó su mente durante años y que ahora es reedita Adia, casi 50 años después, en una sociedad que no se aleja tanto de aquella.

Pau Vadell, responsable de la editorial, explica que es «una obra excepcional» y que con ella esperan dar un impulso a su colección de clásicos Pedreny, en la que ya constan autores como Antònia Vicens o Guillem d’Efak. «Leerla ahora es interesante por ser tan actual su visión del turismo y el mundo en decadencia en el que el lector se verá reflejado», añade.

Coincide con este punto de vista Ramon Mas, editor de Males Herbes quien además firma el epílogo de la reedición. Para Mas estamos ante «Un mundo feliz pero llevado a Mallorca». Es tan evidente la relación, de hecho, «que Villalonga hasta referencia la droga soma».

Por otro lado, toda la ideología de Villalonga están presentes enla que fue su penúltima novela publicada, pero envueltas en «un mundo fantástico y distópico», lo que permite que este sea «uno de los libros más personales donde más expresa sus opiniones y roza el ensayo», relata Mas.

Turismo descontrolado

Y es que Villalonga lleva a cabo una digresión de «cómo veía él la Mallorca del futuro», y esta no es otra que la de una isla «entregada al turismo y a las grandes corporaciones», con temas que pueden sonar familiares como la «liberación sexual» envuelta en un ambiente oscuro y con luces de neón que hacen pensar que los promotores de la Magaluf actual hubieran leído a Villalonga al hacer sus planes.

Si bien para Mas, «Villalonga acierta en algunas cosas y en otras no» para Carlota Oliva, directora de la Casa Museu de Llorenç Villalonga, el acierto del escritor es más bien del «noventa por ciento».

Oliva explica que Villalonga «nunca había escrito algo igual». La obra, sobre la cual charlará el 3 de noviembre en el ciclo de la Fundació Mallorca Literària Converses entre llibres, tiene «toques muy orwellianos» y es la «primera novela de ciencia ficción mallorquina».

El acierto de Villalonga va más allá de la «profetización de una Mallorca entregada al turismo en la que las empresas dedicadas a ello son la aristocracia» con «el lema de que el progreso no puede parar, en detrimento de la agricultura y la naturaleza».

Todo es una gran «sátira de la sátira» en la que se llega a generar eslóganes como que «si no compras una nevera eres un canalla, aunque la población no tenga alimentos con los que llenarla». La crítica de Villalonga a este turismo exacerbado se hace patente en frases contundentes que Oliva destaca como «la génesis de un tipo de imbecilidad moral de nuestros días: el turismo».

Dicotomía

Para ella, Andrea Víctrix ayuda a «quitar la imagen preconcebida que tenemos de Villlalonga», quien ya se «preocupó por cosas que nos afectan hoy», como la tensa dicotomía entre el turismo «como lo que nos da el pan pero también como algo que estropea la Isla y agota los recursos».

Y si 2020 no es el año adecuado para leer esta novela que nos aspen. Vadell, el editor, indica que firmó los derechos antes de la pandemia, pero no oculta que la situación actual tiene paralelismos con la obra. Al fin y al cabo, la dependencia socio-económica de Balears para con una industria turística que ha extendido sus raíces por todas y cada una de las colinas y costas de nuestra geografía se ha hecho palpable, y cada vez parece más difícil diferenciar la idílica Mallorca de Turclub, la capitale del mundo distópico de Villalonga.