El animador Marcos Mateu mestre, en su estudio de Los Ángeles en una imagen reciente.

TW
4

Marcos Mateu Mestre lleva quince años viviendo en Los Ángeles por una muy buena razón: ha trabajado en el cine de Steven Spielberg, Sony, Dreamworks y hace unas semanas ha aterrizado en Netflix Animation, donde es diseñador de producción. Su trabajo es de esos que pasan desapercibidos, pero que todos hemos visto y su currículo habla por sí solo con títulos como El Príncipe de Egipto, Los Pingüinos de Madagascar o Balto, acompañado de la publicación de varios libros didácticos. Un hombre de cine.

¿Cuándo llega a Los Ángeles?

—Empecé en el 91 en el estudio de Amblination de Londres que era de Spielberg para sus proyectos de animación. Aquel estudio se trasladó a Los Ángeles y con él un buen grupo de los que allí trabajábamos. Esto fue en 1995. Luego volví a Mallorca hasta que en 2005 volví a Los Ángeles y ya me he quedado.

¿Cuál fue su primer gran proyecto en Hollywood?

—Una película extraordinaria y un gran ejercicio de narrativa visual que además representó mi primer contacto directo con Hollywood. Fue El Príncipe de Egipto donde hice los dibujos que planificaban los encuadres, iluminación y continuidad de las escenas. Una película extraordinaria y un gran ejercicio de narrativa visual y representó mi primer contacto directo con Hollywood.

¿Cómo se formó en animación?

—Vengo de una familia de artistas. Mi padre fue profesor de perspectiva durante cuarenta años y mi madre era artista, mi hermana paisajista al óleo y profesora de arte… Era difícil escapar de este mundo (risas). Lo que quiero decir es que nunca fui a una escuela de arte porque ella vino a mí.

¿Cómo define su trabajo?

—El trabajo de visualizar historias es fascinante. El trabajo que hacemos es en esencia el estudio de las sutilezas del lenguaje corporal para aplicarlas a la narración de historias. Además, siempre me ha parecido maravilloso sumergirme en aspectos como la arquitectura, la vestimenta y todo tipo de costumbres de diferentes periodos como cómo se construía una casa en la antigua Babilonia. Es un trabajo de ‘arqueología visual’ que nos transporta a cualquier época o incluso a visualizar el futuro.

¿Qué ha supuesto trabajar tantos años para Dreamworks?

—Estos estudios representan grandes oportunidades, no solo por el trabajo sino también por la gente y los medios a tu disposición, con proyectos que tienen alcance internacional. Cuando empecé en Dreamworks toda la división de animación éramos unas cien personas y el haber estado allí en esa época es inolvidable. Sabíamos que hacíamos algo muy grande.

¿Cambiaría el trabajar en el mundo del cine?

—Trabajar en el cine es sencillamente fantástico en todos los aspectos. Si tengo que hablar de otra pasión artística o personal que sigue muy enraizada en mi vida desde mi tierna infancia y para siempre son los cómics, novelas gráficas, o como queramos llamarlas.

¿Qué siente tras haber trabajado en filmes que han marcado a varias generaciones?

—Es una experiencia fantástica ya que supone poder hablar con gente de muy diversos países y culturas, tanto de dentro de la industria como de fuera, y tener todas estas referencias artísticas y culturales en común.

¿Se queda con algún momento especial de su carrera?

—Recuerdo, por decir una, que durante El Príncipe de Egipto tuvimos varias veces la ocasión de presentar nuestros trabajos directamente a Spielberg y tener ese acceso a su opinión directa fue algo interesantísimo.

¿Es cierto que donó su extensa colección de libros?

—Hace 30 años empecé a crear mi propia biblioteca personal de referencia visual que con el paso del tiempo se acabó convirtiendo en una colección muy completa. En una visita a Palma de hace unos años la cedí a esta maravillosa biblioteca de la Plaça del Institut Balear. Si alguien tiene interés en estos temas la tiene a su disposición.