El escritor Pierre Ducrozet participó este fin de semana en las Converses Literàries de Formentor, que se cerraron este sábado. | CATI CLADERA

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Pierre Ducrozet (1982, Lyon) ha encontrado en los desafíos contemporáneos de la ecología y en la realidad virtual de Internet un terreno fértil para sus novelas. L’invention des corps ganó el Premio Flore 2017 y se publicará en la editorial mexicana Canta Mares. Su última novela es Le Grand Vertige, protagonista de la rentrée del lector francófono. Residente en Barcelona, habló este sábado en Formentor, en el marco de las Converses Literàries, de la novela Los detectives salvajes del chileno Roberto Bolaño.

¿Cómo está viviendo esta edición, excepcional por la crisis sanitaria, de las Converses Literàries de Formentor?

—Todo es extraño en todas partes, pero aquí está siendo más normal de lo previsto. En Francia, acaba de salir mi nuevo libro y me estoy acostumbrando a la nueva normalidad. La rentrée se hace como cada año. En Formentor, va todo muy fluido y el ambiente es muy agradable.

Como lector, hay una cierta resistencia a creer que sea posible el pacto que describe en su último libro, entre la ONU, la Unión Europea y el Banco Mundial, para destinar mucho dinero a combatir el cambio climático.

—Es muy interesante. La gente lee el libro como una distopía. En realidad, en el último año, la Comisión Europea ha destinado muchísimo dinero a la lucha contra el cambio climático. Por lo tanto, lo que describo en el libro es una realidad, pero es cierto que la verdadera pregunta es plantearse las razones por las que no se acaban de poner de acuerdo si es tan evidente. Hay una gran resistencia de los lobbies que viven de esto y quieren seguir sacando petróleo de Alaska o el Congo. Se van a morir con el sistema que les ha dado tanto dinero.

¿Qué tiene que ver la situación actual con Le Grand Vertige?

—La idea era escribir una novela de aventuras del siglo XXI. El reto es el cambio climático. Se plantea una nueva manera de habitar el mundo. Intenté entrar en el mundo contemporáneo, con sus desafíos y problemas.

Hay una continuidad con su anterior novela, L’invention des corps.

—Es el mismo territorio. Voy explorando diversas facetas, pero es el territorio donde me siento bien. En L’invention des corps me fijaba más en el cuerpo y en Internet, además la zona geográfica era más precisa, en Estados Unidos. En Le Grand Vertige, planteo la figura del hombre frente al mundo. Los personajes van de una novela a otra.

Para un escritor que no llega a los 40 años, parece como si el desafío ecológico represente un tema literario fundamental, que no ha sido suficientemente tratado porque aún se está trazando.

—Sí, exactamente. Hay numerosas novelas desde el punto de vista de la distopía y del día después del apocalipsis, pero me interesaba contar lo que pasa ahora, con todas sus contradicciones.

Vive en España desde 2006, donde ha escrito buena parte de su bibliografía. ¿Cómo ha influido en su obra literaria su vida en Madrid y Barcelona?

—Hay una clara influencia, aunque aún no se ha manifestado en el argumento de un libro, que llegará algún día, ubicado en Barcelona. Es más bien una influencia en la manera de vivir. España me ha cambiado la vida en la manera de ser y de mirar al mundo. En Francia, ya no me siento tan cómodo. Hay algo directo y fuerte que me atrae, encontré mi lugar.

¿De dónde surge la gran fascinación por Roberto Bolaño, por parte de tantos autores en todo el mundo, como Patti Smith, Mathias Énard o Juan Pablo Villalobos

—Bolaño es el escritor del siglo XXI, porque inventa una nueva forma de novela, y una manera de combinar distintos géneros. Es un autor fundamental porque es muy potente, nos da fuerza e imaginación. En mi última novela, hay trazas de Los detectives salvajes.

¿Qué literatura le inspira el paisaje de Formentor?

—Es un lugar no lugar. Las islas me fascinan. Al llegar a Formentor, pierdes la noción de donde estás. Me recuerda un sitio en Guadalupe [México], pero también podría ser Cerdeña o Marruecos.