Saïm Edicions ha hecho un gran trabajo con la recuperación de este texto de Salvà. La edición ilustrada incluye también textos que enriquecen el libro. | Saïm Edicions

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Para Isabel Graña, filóloga y experta en la figura de Maria Antònia Salvà, el Poema de l’Allapassa «aglutina y desarrolla todos los temas fundamentales de la poesía de Salvà», como «el paisaje, la raza, las labores del campo, la presencia ordenadora y protectora de un Dios cristiano» o el paso del tiempo. Ahora, coincidiendo con el Any Salvà –que conmemora el 150 aniversario de su nacimiento–, el sello Saïm Edicions reedita este poema –incluido en Espigues en flor (1926)– con una edición especial ilustrada por Toni Galmés, con prólogo de Pep Toni Ferrer –que ha musicado poemas de la autora con el grupo Oliva Trencada–, un estudio introductorio de Graña y un epílogo de Aurora Jhardi, quien fuera regidora del Ajuntament de Palma. Con este volumen, Saïm Edicions culmina la serie de ediciones ilustradas de poemas emblemáticos de Mallorca tras publicar La Colcada (2018) y El pi de Formentor (2019).

Pep Toni Ferrer apunta que –leer y degustar la poesía de Maria Antònia Salvà es transportarse a la Mallorca perdida, a la Mallorca que a los grandes operadores turísticos les gustaría mostrar en sus propuestas publicitarias sin necesidad de utilizar el Photoshop». El músico además critica que sea bien conocido por todos Un hivern a Mallorca de George Sand, que solo vivió seis meses en la Isla, mientras que Salvà, «que vivió toda su vida en Mallorca, que la comprendió, la amó, la lloró y la quiso cambiar, no tiene ni de lejos la trascendencia de su homóloga francesa».

Toni Galmés es el autor de las ilustraciones.

Trayectoria

Por su parte, Graña repasa la trayectoria vital y literaria de la autora, detallando episodios y aspectos importantes como la discapacidad auditiva que sufría, la vida retirada que llevaba en la Llapassa (Llucmajor) hella escribe l’Allapassa–, las obras originales que publicó (Poesies, Espigues en flor, Llepolies i joguines, El retorn o Lluneta del pagès, por mencionar algunos títulos), traducciones que firmó (Mireia, de Frederic Mistral (1917) o Les geòrgiques cristianes, de Francis Jammes (1918)), los reconocimientos que obtuvo (ganó los primeros premios Jocs Florals de Palma, en 1903 y 1904) o las complicidades con autores como Josep Carner o Miquel Ferrà.

En este sentido, Graña asegura que la autora «disfrutó en vida de la rara fortuna de ser una de las escritoras más queridas de la literatura catalana, tanto en su casa, en Mallorca, como en el continente».

Mujer

Graña afirma que Salvà «sabe perfectamente que la sociedad en la que vive no ve con buenos ojos una mujer escritora con vocación de intelectual», por lo que según la experta «adopta una actitud ambigua, la eterna ‘cançoneta del desmenjament’ que le decía su amigo Miquel Ferrà, procurando situarse siempre en un segundo plano respecto a sus colegas escritores». «Intenta contrarrestar los problemas que eso puede suponerle proyectando una imagen dócil y bucólica que acaba por dar lugar al mito de la escritora payesa, pero que no es otra cosa que una fachada que dista mucho de la realidad», justifica.

Asimismo, Graña compara a Salvà con Caterina Albert, a quienes considera «las primeras escritoras catalanas modernas» y que con los años, sin proponérselo, se han convertido en «madres literarias» de autoras de muchas generaciones posteriores, como Maria Verger, Maria Aurèlia Capmany o Maria Mercè Marçal, entre otras.

En el epílogo, Jhardi reflexiona sobre la figura de Salvà en clave feminista y de clase y advierte que «Salvà fue una gran mujer que se abrió paso gracias a la clase social de su familia –una familia adinerada de terratenientes mallorquines– y a los contactos masculinos que tuvo, como Miquel Costa i Llobera, que fue quien le abrió la primera puerta para divulgar su arte, aunque finalmente ella pudo tomar sus propias decisiones y abrirse paso en el mundo de la Renaixença mallorquina» o «Reinaixença masculina».

Prejuicios

Jhardi explica que Salvà «tuvo que luchar contra tres prejuicios importantes: haber vivido en un mundo de hombres, vivir y escribir en un ámbito rural y el centralismo excesivo que tantas veces impera en la cultura». A su vez, Jhardi reconoce que «Salvà fue una mujer privilegiada» y «tuvo suerte», «pero la utilizó para una causa noble y a pesar de haber defendido los falangistas, acabó luchando de alguna manera contra el régimen».