Alberto Alomar Juan, en Palma. | Adrián Malagamba

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«Después de ver Ratatouille dije: yo quiero hacer esto». Ese fue el impulso de Alberto Alomar, la cara mallorquina tras los bastidores de Animal Crackers, la cinta de animación que hace semanas estrenó Netflix y que ha logrado ser número dos en países como Estados Unidos. Se trata de una producción americana, china y española en la que Alberto jugó un papel sutil pero esencial: «Mi trabajo era hacer la estructura y cadena de producción de la película y resolver los problemas que salen», lo que se conoce como pipeline.

Como el propio Alberto explica, los dibujos animados han cambiado mucho: «Han pasado de ser algo hecho y coloreado a mano a recrear un mundo virtual en el ordenador, con texturas, luces, cámaras. Esto requiere procesos y herramientas complejas». Es ahí donde entra el Technical Director, su puesto, que describe como «un perfil muy solicitado porque nos movemos con facilidad entre dos mundos que se relacionan en la animación 3D: el de programador y el de artista».

En Animal Crackers, concretamente, su función era la de supervisar el pipeline, una especie de estructura capaz de sostener todas las herramientas de la creación. Dicho de otra manera, «un catalizador que facilita las cosas para que todo salga bien y que el artista 3D pueda hacer su arte». El propio Alberto es claro al respecto: «No habría película sin este trabajo».

Producción española

La película se desarrolló en Valencia, donde Jaime Maestro, su director, creó «de la nada BlueDream Studios Spain porque una condición que puso para hacer el encargo es que se hiciera en España». Para Alberto esta circunstancia es «la clave del éxito de la película» al «apostar por gente joven con poca experiencia pero con muchas ganas y juntarlos con jefes de equipo contrastados».

La llegada de Alberto a BlueDreams, de hecho, fue casual. Se enteró de que Maestro, a quien conoció en un Máster de efectos especiales, buscaba gente y allá que se lanzó. Así comenzó una etapa digna de guion fílmico en la que «cogía un avión cada lunes para ir a Valencia y otro para volver el jueves o el viernes durante dos años y medio». Una experiencia que describe como «bonita» pero que «muy dura».

Al acabar la producción hubo un «impasse» doble, por un lado, Alberto cambió de industria durante meses, «por quedarme aquí con mi familia», y por otro, la película quedó estancada «tres años hasta que Netflix anunció que la estrenaría. Fue un shock». Él mismo confiesa que «no te imaginas que alguien pueda invertir 20 millones de euros para luego dejarlo en un cajón».

Animal Crackers es su primer largometraje, pero no su única incursión en el cine, ya que una herramienta desarrollada por él fue vital para una secuencia de Ahora me ves. Ahora, Alberto trabaja para Axyz Design, una empresa que «hace software para generar multitudes», lo que le ha permitido «volver a mi mundo y vivir aquí, algo muy difícil porque no hay nada de industria a nivel local ni apoyo institucional». En cualquier caso, Alberto ya cuenta en su haber con un éxito mundial en su mochila, y el éxito de poder vivir y trabajar al lado de su familia. Un final de película.