Álvaro Rico. | Pere Bota

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Su incorporación a La caza: Tramuntana (DLO Producciones) solo es el más reciente capítulo de la meteórica carrera de Álvaro Rico (1996), quien dio el salto a la fama como el enigmático Polo de la producción de Netflix Élite, un fenómeno mundial que le ha llenado la cuenta de Instagram de millones de seguidores y la agenda de un sinfín de trabajos que no han parado ni en el confinamiento. Se trata, sin duda, de uno de los nombres del momento y del que todavía queda mucho por ver.

¿Quién es Miquel, su personaje en La caza?

—Miquel es un chico que vive en Tramuntana con sus padres en una familia normal. No hay nada destacable en él. El punto de partida es la llegada de su hermana, Júlia, que le hace ponerse un poco celoso porque le quitan su confort y no lo ve con muy buenos ojos.

¿Cómo está yendo el rodaje con tanto protocolo de seguridad?

—El tema del coronavirus ha sido lo más extraño con lo que nos hemos encontrado nunca. No llevo mucho tiempo rodando con la serie pero parece que llevo una eternidad (risas). Toda mi agenda se paró con la pandemia y ahora se ha juntado todo y es un poco trastorno. Pero me lo estoy pasando muy bien y rodar en Mallorca, con estos paisajes, es un plus porque la mitad de la historia es contar estos lugares.

Durante el confinamiento rodó Relatos confinados en casa, ¿cómo fue eso?

—Pasé el confinamiento en mi pueblo y lo llevaba fatal. Cuando llegó la propuesta fue genial, aunque al principio me asusté un poco porque dije: ¿cómo voy a grabar un corto en mi casa con el móvil? Me sonaba a chino. Pero me encantó hacerlo, fue muy divertido.

¿Con quién le gustaría trabajar?

—Me encantaría trabajar con Luis Tosar. No le conozco personalmente, pero le admiro. He de confesar que compartir Relatos confinados con él aunque no actuáramos juntos ya es algo que me encanta. Soy un gran admirador suyo.

Toca hablar de Élite, ¿Qué supuso para usted ser Polo?

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—Élite lo cambió todo. Supuso estar haciendo lo que hago hoy y haber hecho lo que he hecho. Desde hace años vivo momentos muy bonitos y rodajes que me apetecían y personajes que quería hacer. Aparte de la fama y todo lo que ha traído, sobre todo aprendí muchísimo de la profesión y la conocí desde dentro. Me quedaría con esto absolutamente. Vaya donde vaya el punto de partida siempre será Élite.

¿Se imaginaba el bombazo que ha sido?

—No lo sabes pero se intuye. Aunque no por parte nuestra, nosotros éramos chicos y chicas ingenuos, el propio Netflix era quién sabía lo que hacía y cómo lo quería vender.

¿En qué momento se dio cuenta del fenómeno fan?

—En Madrid lo viví como algo natural, pero mi primera impresión fuerte fue al hacer viajes de promo. Estar en Italia y no poder caminar por la calle o irte a París y no saber cómo pero encontrarte fans en la puerta del hotel esperándote. Ahí piensas: ¿qué está pasando que me voy fuera y me conocen?

Con tantos millones de ojos sobre usted, ¿siente alguna presión?

—No hay presión pero hay control. Si te digo que no pienso nada de lo que publico en redes te mentiría. Antes ponía una foto con mi familia y no había problema, pero ahora sí que me lo pienso porque otorgas un poder que hace como si la foto dejara de ser tuya.

¿Qué futuros proyectos tiene?

—Ahora estoy rodando La caza y Alba, producción de Atresmedia, y me encantaría hacer cine. Voy detrás de mi primera película y al ser la primera queremos saber bien qué hacer. También me gustaría volver al teatro.

¿Qué diría que es lo mejor y lo peor de la actuación?

—Lo mejor es que muy poca gente puede hacer lo que nosotros hacemos. Me refiero al continuo Peter Pan de estar jugando continuamente, porque un actor juega todo el rato a hacer que es. Creo que todos quisiéramos ser otras personas y contar otras historias, y los que podemos llegar a realizarlo somos unos auténticos privilegiados. Lo peor es que el éxito va ligado a perder un poco tu intimidad y el mundo fan puede llegar a ser muy agresivo. No estoy muy de acuerdo con que el que te pidan fotos y tal, pero va en el contrato y tienes que hacerlo. No tiene por qué ser negativo, pero hay que saber gestionarlo.