La artista madrileña, Carolina Adán, en su estudio de Palma. | Jaume Morey

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Al dar un paso en el interior de su estudio uno se adentra en un mundo en el que el arte y el color se suben por las paredes. Casi todo el espacio rebosa pintura y da la sensación de que, al salir de allí, lo haremos convertidos en una de sus alegres y vivas figuras animadas. Así es el taller de Carolina Adán Caro, la artista detrás de Art is life, proyecto que poco a poco va inundando las calles de Palma y con el que saborea la vida a través de trazos libres, rápidos y vitales.

Formada con el pintor hiperrealista Antonio López, se decanta por el arte figurativo sin mayor justificación que el simple placer de pintar: «Hoy en día el arte conceptual está de moda y siempre tienes que tener un por qué para lo que creas, pero Art is life es una forma de vida que engloba un todo y no tiene una temática. Es disfrutar y lanza al público el mensaje de pararse a observar y si además te gusta, genial».

Es por esto que Carolina no tiene dudas: «Prefiero las calles a los lienzos». Es allí donde se siente más libre y en comunión con el público y donde «me ofrezco a los demás» y disfrutando cuando «la gente se para con curiosidad para ver lo que hago».

Accesible

«Mi filosofía es hacer algo accesible para la gente», explica esta madrileña que llegó a la Isla hace más de una década. Desde entonces ha probado varios sitios: Palma, Bunyola, Valldemossa y, de nuevo, Palma, donde ha encontrado su atelier perfecto, en el que vida y arte se juntan. «Necesito vivir donde pinto porque soy muy activa y siempre estoy pintando. Si veo un plato en blanco no puedo estarme quieta».

Sus obras se reparten por el casco histórico, como en la tienda La Osadía, el barrio de Santa Catalina o el colegio Sant Francesc d’Assís, en el que un espectacular mural suyo finalizado durante el estado de alarma decora la parte externa del centro con niños y animales en una obra inspirada en el poema Cántico de las criaturas del propio San Francisco.

Color

Piezas pequeñas o grandes, pero siempre vivas y extremadamente coloridas y vistosas por una razón: «Hace años perdí el gusto y el olfato y desde entonces siempre digo que es como vivir en gris y por eso intento que la pintura sea eso que me falta. Cuanto más color más me gusta», confiesa.

Su arte, además, se caracteriza por ser «muy rápido», otorgándole un toque fácil de reconocer que ella ubica en «la ejecución de la mancha». Velocidad que se transfiere al dibujo y que proviene de una personalidad muy activa. Ella misma reconoce que «me aburro si estoy con lo mismo durante muchos días» y explica que por eso sus dibujos «no están muy retocados ni sobados. Por eso no me gusta partir de bocetos», algo fácilmente comprobable en su estudio donde lienzo y pared se fusionan en uno.

La propia Carolina define sus creaciones como «bocanadas de aire fresco con las que intento transmitir y comunicarme con el otro» y añade que pintando es «como mejor me conoce la gente».

En cuanto al proyecto Art is life, asegura que «está en su punto álgido». Reconvertido en marca registrada, Carolina detalla que ahora «siento que es mío, me lo creo» y mira al futuro con ilusión y un toque de locura, dejándose llevar con plena libertad, al igual que sus trazos decoran cualquier superficie con la que se topen: «Que sea el barco quien me lleve, como cuando navegas sin rumbo, sabiendo que te lleve donde te lleve es positivo», expresa.