Marisa González-Capitel destaca como pintora y ceramista de renombre. | ALEJANDRO CLAVO

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En el estudio de Marisa González-Capitel se codean obras de Edward Hopper, Picasso, los grandes del Quattrocento y Cinquecento y algún lienzo de Balthus. Y todos, surgidos de los pinceles de esta artista de 82 años que se define como copista, la vertiente legal frente a falsificadores tan famosos como Erik el Belga o el nuestro Elmyr de Hory. Su técnica es tan buena que imita a la perfección al autor original pero, para que no sea considerada una falsificación, varía el tamaño original y detrás firma con su nombre.

«No he notado el confinamiento. Bueno, sí: me quedé sin pintura blanca. Pero he pintado mucho», cuenta esta copista en cuyo estudio se mezclan La joven de la perla con el retrato de Giovanna Tornabuoni.

Esta asturiana recaló en la Isla en los años 60 y junto a su marido, el también pintor y ceramista Vicente Clavo, realizaron cientos de murales cerámicos repartidos en Andratx, Cala Fornells y Calvià gracias a su colaboración con el arquitecto Pedro Otzoup.

Veloz

Tras el fallecimiento de su marido en 1993, Marisa comenzó a hacer copias hasta que un abogado le encargó una copia de La Vicaría, de Mariano Fortuny. Tras salvar esta compleja obra, ahora «pinto cuatro horas al día».

«A la velocidad de la luz», dice su hijo Alejandro Clavo. Tarda solo quince días en hacer una copia. «A mí me gustan los pintores antiguos: visto su trabajo, ya está todo visto», dice esta mujer de pocas palabras que prefiere hablar a través de sus pinceles.