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¿Y si la edad de una persona no dependiera del tiempo, sino del espacio? Éste es el genial punto de partida del guionista Diego Agrimbau en Cieloalto, el cómic que publicó Grafito recientemente y cuya edición representaba su salto a Europa después de haber sido publicada por primera vez en la revista argentina Fierro entre 2011 y 2012.

Una idea genial. Javier Dosaires vive en la ciudad de Cieloalto. Localizada en un puente elevado en la niebla, se extiende hasta el infinito. La mayoría de los ciudadanos tienen limitado su tránsito: cada barrio les añade edad, así que cuando son jóvenes se les hace una prueba y se les expide un certificado de hasta qué barrio pueden circular sin desaparecer. Esta particularidad de Cieloalto hace que, por ejemplo, en el colegio coincidan niños con cuerpos de todas las edades.

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Pero en Cieloalto viven también otro tipo de seres humanos: son los Viajantes, aquellos a los que la restricción espaciotemporal no les afecta. Ellos son los que administran Cieloalto, pero no todo el mundo está de acuerdo. Javier vivirá la revolución a la vez que su relación con una joven viajante se estrecha.

Los autores de esta obra son Diego Agrimbau (1975), solvente guionista autor de obras como Diagnósticos (Premio Carlos Trillo 2018), o El humano, que acaba de publicar La Cúpula. A los lápices encontramos a Pietro (1980), dibujante que ha publicado en varios países desde 2005. Su trazo, afilado y expresivo, nos evoca a un cruce entre los trazos de Kevin Nowlan (Tomorrow Stories) y Cyril Pedrosa (Ring Circus). Su capacidad para los ángulos imposibles y la caracterización hiperbólica de los personajes contribuye a que la ciudad de Cieloalto sea sólida y tenga su propia personalidad. Bajo este escenario fantástico, Agrimbau y Pietro exploran en la obra temas como los de la revolución y la libertad en tiempos de regímenes totalitarios, las caras cambiantes de la moralidad o las oportunidades perdidas con gran acierto.

Cieloalto es una novela gráfica que seguramente habría entusiasmado a Jorge Luis Borges, compatriota de los autores, y a quien fascinaban esos juegos con el tiempo y el infinito. Su premisa es tan buena que es una lástima que no se explote un poco más y no dé lugar a una continuación o un spinoff. El lector se queda con la sensación de que ese mundo tan bien evocado se merece una exploración más profunda, tanto en su pasado como en su futuro.