Los cortometrajes del cineasta Coke Riobóo llegan a suponer un trabajo de unos cuatro años. «Es un proceso largo y hay que hacerlo con mimo», apunta. | R.C.

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Monjas, curas, toros, guardias civiles, sevillanas, independentistas. Todos este ecosistema de personajes y elementos son los que nutren los últimos cortometrajes de Coke Riobóo (Madrid, 1970): Made in Spain, nominado a los Goya en 2017, y Mad in Xpain, estrenado ayer mismo en la Mostra Internacional de Cinema d’Animació de Catalunya (Animac) de Lleida. El músico, compositor y animador impartirá los días 8, 9 y 10 de mayo un taller de animación stop-motion con robots japoneses en el Espai na Camel·la de Manacor. La actividad está organizada por Trentanou Escalons Cinemaclub y el Ajuntament de Manacor y está abierto a todo el público, a partir de 14 años, y solamente hay 15 plazas.

En 2007 Riobóo se hizo con el Goya a mejor cortometraje de animación por El viaje de Said, una historia protagonziada por Said, un niño marroquí que cruza el Estrecho para ir al país de las oportunidades, donde descubre que el mundo no es tan bello como le habían contado. «A pesar de que la temática era dura, el tono era de cuento infantil», señala Riobóo. Este filme ya está impregnado del humor que caracteriza al cineasta e incorpora tópicos y estereotipos de la sociedad española.

En 2013 llegó El ruido del mundo, donde cambió de técnica y reconoce «no había tanto humor, sino más entrañas». Esa sátira más ibérica la recupera en Made in Spain, con el que estuvo nominado al Goya en 2017, y, más recientemente, en Mad in Xpain, con inspiración del universo de Mad Max. Estos dos últimos, parecidos en estilo y técnica, también beben de las influencias de Berlanga. «Creo que hay que aprender a reírnos de nosotros mismos, el estado español es muy diverso», insiste. «Es un humor llevado al extremo, es cañero pero sin hacer sangre. Son chistes sencillos para que la gente piense y le dé la vuleta. Hay quien me dice que tengo mucha imaginación, pero casi todo lo saco de los medios de comunicación. En Made in Spain, por ejemplo, hay un robot virgen que lleva una medalla del mérito policial, algo que ocurrió de verdad [en 2014 el ministro de interior Fernández Díaz concedió una medalla de este tipo a Nuestra Señora María Santísima del Amor]. «La realidad es mucho más surrealista que mis propias películas», afirma Riobóo, que está trabajando en un nuevo corto, Mars is Spain, otra parodia basada en este caso en Star Wars. «Con Made in Spain, Mad in Xpain y éste podría formar una trilogía, aunque eso todavía está por ver», advierte.

Proceso

En cuanto al proceso de creación, en Mad in Xpain Riobóo usó «muñecos a escala 1/87, que es la que se suele utilizar en los trenes eléctricos», detalla. «Son procesos largos. Para construir los muñecos y decorados, es decir, la preproducción, tardo casi un año, más otro año y medio de rodaje. Trabajo a doce fotos por segundo y, en función de los planos, en algunos tengo que trabajar a 24 porque hay movimientos de cámara. Cada día puedo rodar entre tres o seis segundos; así que para completar los 14 minutos que suele durar un corto, es un año de rodaje», explica. De hecho, como el proceso es tan largo y Riobóo hace «animación de la actualidad política», a veces se quedan obsoletos, «pues los políticos van y vienen».

Cartel del último cortometraje de Riobóo, ‘Mad in Xpain’.

«Creo que los cortos de animación son un espacio de libertad y hay que defenderlos y protegerlos. La animación todavía se asocia al público infantil, pero yo reivindico la dirigida a los adultos. Los largometrajes de animación, además, suelen estar más enfocados al éxito comercial, siguiendo los estereotipos de Pixar y Disney. Por eso, hay que defender el cortometraje de autor y de creación original», insiste.