Chuchito Valdés, durante su actuación en la Plaça de Cort, cuna del jazz. | Emilio Queirolo

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Calles, plazas y jardines se llenaron, a pesar de la borrasca ‘Gloria’, de música para honrar al patrón de Palma, ese occitano que según la leyenda se debatía entre su condición militar y su fe religiosa.

A primera hora, la algarabía se propagaba por diferentes espacios de la geografía urbana, siempre bajo un cielo enfurruñado y llorón que redujo a la mínima expresión la asistencia, con un mínimo histórico de 2.000 asistentes. Así, con un presupuesto de 242.000 euros, al Ajuntament le salió a unos 120,2 euros por cabeza, aproximadamente.

Datos de asistencia:

Año Personas
2009 32.600
2010 51.000
2011 45.000
2012 45.000
2013 30.000
2014 19.000
2015 22.000
2016 34.100
2017 28.000
2018 38.000
2019 30.600
2020 2.000

Unos chavales hacen botellón, junto a ellos un cuarentón apura su botifarró, y frente a él un grupo de espectadores en edad provecta improvisa un ball de bot ante la atónita mirada de unos turistas. Es Palma, ciudad mestiza y ordenada donde las haya. De esto último se encarga el Ajuntament, que vela por que cada escenario tenga su propia tipología de público. Aunque luego la cosa va como va.

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En Joan Carles I se citan los treintañeros con pinta de leer a Hemingway, mientras en la Plaça de la Reina manda la diversidad misma de una ciudad que, en fiestas, es como un corazón que bombea música. Es Revetla y la gente toma las calles para dejarse acunar por sonidos de aquí y de allá. Son fiestas, y a veces basta emborracharse con música.

En la Plaça de la Reina, la cantante de Las Migas se mueve como una deidad de la noche bajo su mata de cabello, que parece un símbolo de su poder. Mezclan flamenco con músicas del mundo en un sonido muy carnal. Convencen.

En la Plaça de l’Olivar, el combo catalano-sudamericano Super Cumbia y la Liga de la Alegría despliega una amplia gama de sonidos derivados de la tradición musical del Cono Sur, consiguen que el público local se sienta turista. Sentirse desplazado en casa puede ser excitante, es la cara amable de la globalización.

Interpreta Chuchito Valdés sus canciones, lentas y pausadas como la marea. Su música se organiza en torno a la calma, que de tanto en cuando se impone dejando suspendida la melodía. Delicioso. Es la confirmación del talento de este curtido pianista, cubanísimo de vasto linaje. Su plaza, Cort, presentaba un aspecto dantesco. Como el resto. La ausencia de público fue la tónica dominante durante la noche.

Cancelación
En la Plaça de l’Olivar, Ugné Danielé Reikalalaité, de Balkumbia, se balancea como un bosque de posidonias, su propuesta abdujo a un grupo de rastafaris con la mirada perdida por obra y gracia de un cigarrillo ‘aliñado’ que saltaba de mano en mano.

Tras la cancelación de varias plazas, el desencanto podía palparse en el ambiente. Primero fue la Plaça d’Espanya, un hora antes del inicio de los conciertos; luego cayeron sa Feixina, por el viento; Joan Carles I, por derivaciones elécricas por acumulación de agua, y luego la de la Reina. La fiesta exhalaba su último suspiro a la espera de que el próximo año cambiemos Sant Sebastià por San Isidro, el santo que espanta la lluvia y trae el buen tiempo.