Eva Ledesma, psicóloga de profesión, trabaja ya en la edición de relatos infantiles con contenido social. | Redacción Digital

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A pesar de que no son buenos tiempos para la poesía ni quizás tampoco para el amor, la escritora novel Eva Ledesma y la ilustradora Cecilia Amengual, ambas de Palma, han compartido sinergias para alumbrar un poemario muy especial, No sólo llueve en primavera (Xeito Ediciones). Se trata de una recopilación poética escrita «a corazón abierto y con el punto de desgarre justo», edificada a base de «conversaciones pendientes» con esos amores que por un motivo u otro jamás se mantuvieron.

Ledesma, psicóloga de profesión, asegura que ha emprendido recientemente con más ahínco su faceta literaria, algo que hace mucho que cultiva, y tiene trabajados ya varios relatos infantiles con contenido social que próximamente verán la luz. Como los principios siempre son trabajosos, para su primer proyecto, No sólo llueve en primavera, la autora ha emprendido una campaña de crowdfunding a través de Verkami porque, según afirma, «era la manera de poder tener una tirada de ejemplares importante sin una inversión tan elevada al principio».

Los que decidan colaborar con la difusión de este proyecto deben saber algunas cosas. Que recibirán como contrapartida una serie de recompensas, dependiendo de la aportación y del pack escogido.

«Este libro habla de pequeñas alegrías o grandes decepciones que la vida nos pone en el camino sin prestar atención al calendario».

El poemario se divide acorde a las cuatro estaciones del año, momentos en los que según la autora «confías que ocurran cosas, pero lo que sucede es todavía más fascinante de lo que piensas. Lo que esperas nunca llega y lo que llega nunca lo esperas, así que en cada estación del libro te aguardo con el corazón abierto y desgarrado».

Además, explica Ledesma que el título del poemario obedece al hecho de que «siempre pensamos que la primavera es la estación del amor y, por qué no, también del desamor, pero jamás nadie nos dijo que el resto de estaciones también las teníamos que vivir y necesitábamos de ellas para, más tarde, deshojar margaritas».