Carlos García Gual posó para este diario en su piso del barrio de Salamanca, en Madrid. | José Sevilla

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El helenista, catedrático emérito, escritor y miembro de la Real Academia Española (RAE), Carlos García Gual (Palma, 1943), ha sido galardonado con el Premio José Luis Sampedro que otorga la Semana Negra de Getafe, un galardón que reconoce su labor humanista. García Gual, que destaca por su amabilidad y suaves modales, recibe a Ultima Hora en su piso del barrio de Salamanca, rodeado por cientos de libros y la foto de una placa en la que se lee ‘Gual permanent’. «Me la mandó mi sobrina. Estaba debajo de la casa de la calle Miquel Marqués donde crecí», cuenta.

¿Qué significa para usted recibir el premio José Luis Sampedro?
—Ha sido una sorpresa; no me lo esperaba. He visto que es un premio más bien de humanidades, que ha recibido gente muy prestigiosa, como el profesor Emilio Lledó, Joaquín Leguina, Eduardo Mendoza o Rosa Montero, de manera que estoy muy contento y agradecido a los miembros del jurado, a los que no conocía.

Este galardón le distingue por fomentar el compromiso social y el humanismo en su obra, y destaca el nivel de excelencia, innovación y originalidad sobresalientes de su literatura.
—Me siento muy agradecido por este reconocimiento. Aquí no se premia la erudición sino una proyección social mucho más amplia. Y, realmente, me satisface mucho porque yo siempre he buscado eso: una cierta claridad, una vuelta a los valores esenciales de lo clásico y de los autores antiguos, que siguen siendo fundamentales en nuestra sociedad.

Cuando en febrero ingresó en la RAE destacó que los escritores griegos de hace 2.500 años ya incorporan democracia, olimpiadas, filosofía, historia, teología.
—Incluso aspectos que he subrayado en la Odisea, por ejemplo, la hospitalidad mediterránea; esa manera de recibir al extranjero que llega de lejos. Y ese intento de regir la vida, como hacía Ulises, por la inteligencia y la palabra, y no por la fuerza, más común entre los guerreros anteriores. El Mediterráneo ha sido un mar de cultura y apertura; ahora, naturalmente, con muchos problemas.

¿Conoció al escritor, economista y filósofo José Luis Sampedro?
—Coincidimos en dos o tres encuentros. La última vez fue en unas conversaciones en Jaca. Siempre me pareció un hombre de una gran cordialidad y enorme inteligencia.

El galardón se lo entregarán el 23 de octubre en la Semana Negra de Getafe, ¿a usted le gusta la novela policíaca?
—Desde pequeño me encantan Sherlock Holmes y las novelas de Agatha Christie. Además, soy un enamorado de las novelas negras americanas de Hammett y Chandler.

En febrero ingresó en el sillón ‘J’ de la Real Academia Española y ocho meses después recibirá el Premio José Luis Sampedro. Este año ha sido pródigo en distinciones para usted.
—Entro en la RAE bastante mayor con medio siglo de profesor universitario y una obra de 40-50 títulos, junto a muchas traducciones; y me siento agradecido por el reconocimiento que esto supone. Me gusta mucho que me hayan concedido un premio como este, que no es académico, por la erudición, sino que aprecian ese aspecto mío de apertura a la cultura, al mundo actual, a una especie de humanidad liberal y crítica que busca ciertos valores esenciales.

En 2019, ha publicado 'Grecia para todos', que ya va por su tercera edición. Aquí aparece Anacarsis, que dice que la mejor democracia es aquella en la que lo mejor se define por virtud y lo peor por vicio.
—Es una mirada ética sobre la sociedad. Anacarsis ‘el Escita’ llega a Grecia desde el norte y se queda maravillado por la libertad y la democracia griegas. Puede representar al bárbaro que se deja conquistar por la civilización. Hay que reconocer que muchas de las cosas importantes de la civilización, como el amor a la libertad, la búsqueda de la verdad, ser crítico y tolerante, están presentes en el mundo griego.

En el mundo actual parece que solo progresan los mediocres, domina la inestabilidad, como en Cataluña o el Parlamento, y la corrupción como en la Baleares de Matas. Parece que la sociedad es cada vez más decadente.
—Es paradójico porque vivimos en una sociedad cada vez más rica y tecnológicamente adelantada; sin embargo, surgen graves peligros para la libertad individual y la crítica individual. Es una sociedad muy injusta con los trabajadores. El capitalismo se ha vuelto cada vez más duro, aunque se encubra con unas formas aparentemente suaves. Vivimos en una época de populismos y de masas dominadas por los medios de comunicación e intereses capitalistas muy claros.

¿Cuál es su labor en la Real Academia?
—Soy un colaborador mínimo; no soy un lexicógrafo tradicional. Formo parte de una comisión de neologismos y procuro aportar algunas críticas y sugerencias. Ahora, la Academia se plantea una apertura cultural más amplia de cara a la sociedad y espero contribuir a ello.