El galerista Pep Pinya y la periodista Raquel Agüeros, en la galería Pelaires. | M. À. Cañellas

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Todo surgió a raíz de una entrevista que la periodista Raquel Agüeros hizo al galerista Pep Pinya. «Se publicó justo antes de la Nit de l’Art y tuvo mucha repercusión a nivel nacional», recuerda. A raíz de aquella conversación de tres horas, Pinya parecía que había hallado a la persona que convertiría su aventura de medio siglo como galerista en libro. Ese fue el germen de Pepe Pinya, el galerista accidental (Sloper), que se presentará el próximo 6 de agosto con motivo del medio siglo de la galería Pelaires, que abrió, precisamente, un 16 de agosto.

«Había mucha sintonía entre nosotros, conectamos en la entrevista. No soy una persona relacionada con el mundo cultural, hago información política, judicial, de todo. Soy una outsider y eso le gustó a Pinya. Es un tipo muy abierto, nada clasista, y cree que todo el mundo le puede entender a él y al arte contemporáneo», detalla Agüeros.

Anécdotas

Periodista curtida en televisión y radio, colabora en IB3 radio y televisión, Vanity Fair y además trabaja como copy en agencias. «Pepe Pinya quería un lenguaje fresco que llegara a todo el mundo», explica la autora de esta obra, que «es una recopilación de anécdotas, es una historia de recuerdos».

Basilio Baltasar se ha encargado del prólogo y José Carlos Llop, del epílogo. «Ellos fueron parte activa de lo mucho que ha supuesto Pelaires y vivieron en ese espacio de libertades. No era solo una galería», añade Agüeros. Y recuerda la conferencia de un joven Baltasar Porcel en agosto de 1969 que supuso una revolución en una Palma franquista, «aquello era un nido de rojos, decían los franquistas de la época».

Alexander Calder, Antoni Tàpies, Eduardo Chillida, Rebeca Horn, Jannis Kounellis, Rafael Albertí... La lista de artistas que han expuesto con Pinya es enorme y la contribución a la vida cultural de Palma, incalculable. Miró, «ese señor bajito» como es denominado en el libro, supuso el espaldarazo de su proyecto aunque el galerista reconoce en su libro, eso sí, la espina de no haber podido exponer a Picasso.

Este ‘galerista accidental’, como es tildado en el libro, era hijo de un violinista. Una lesión le impidió seguir con su carrera musical y la familia abrió un souvenir. Pinya iba para médico, pero su madre, Marina Bonnín, una mujer cuyo instinto le decía que esos primeros turistas de los años 50 podían ser un buen negocio, le embarcó a Londres y de ahí, a París. Los planes de Pinya se trastocaron y vino tocado por el arte, una sensibilidad que poseía de siempre. «Abrió una tienda de marroquinería, fue montando pequeños negocios y abrió la galería como un hobby donde se reunían los ‘avanzaditos’. Sus negocios le permitían mantener Pelaires en sus primeros años», señala Agüeros.

El proceso de escritura conllevó horas de entrevistas personales. «Fue una apertura paulatina. Él siempre ha dicho que en el libro solo hay un diez por ciento de lo que se puede contar. Es pura discreción», dice la biografa, que reconoce que «escribir este libro ha sido un máster en arte contemporáneo, en la vida, en la seducción y la conquista. Porque Pinya nunca ha intentado imponerse, siempre usó su charme».

A sus 83 años, el galerista sigue haciendo gala de su carácter. «Es imposible no hablar con él y que no te contagie su entusiasmo. Es intuitivo, una esponja. Con veinticinco años debía ser un huracán», elucubra la periodista. Pinya echa la vista atrás y, según su biógrafa accidental si se para a pensarlo, «no se cree que hayan pasado tantos años».