El escritor y periodista Miquel Segura. | Jaume Morey

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Miquel Segura acumula libros publicados a lo largo de los últimos meses. Este sábado 20 se presenta en Santanyí su último libro Les restes del naufragi, donde las relaciones tempestuosas de un hombre en plena madurez se topa con los embistes del corazón. Esta novela le supuso a Miquel Segura, columnista de Ultima Hora, el II Premi Antoni Vidal Ferrando, que otorga el Ajuntament de Santanyí y que ahora se publica con la editorial Adia. Un hipocondríaco supera la barrera de los sesenta años de edad y se encuentra en medio de sus achaques cuando su mujer le pide el divorcio de manera súbita. «Que no le falte de nada», es lo que le dice al abogado y ahí pierde las casas y su capital. Aturdido por la pérdida, se embarca en un crucero para encontrarse pero se pierde aún más en manos de otras mujeres.

¿Cuál sería a grandes rasgos el argumento de su novela?
—Es un hombre que tiene una vida interior irresuelta y que para olvidarse del disgusto de su divorcio, se va a un crucero por la Patagonia. Ahí conoce a una mujer casada que en cuanto están solos le dice «le necesito, no se aleje de mí». Él tiene tendencia a las mujeres jóvenes, de unos cuarenta años, y se ilusiona con ella con ciertos desvaríos sexuales. Es una mujer espectral y conocerá a su doble en Buenos Aires, a la que sí seduce.

Ese naufragio al que alude en el título no es el de un barco sino el del protagonista.
—Es un naufragio total, de una sexualidad no realizada. Ya en su infancia descubría el sexo con sus primas en la Mallorca de los años 50 y era castigado por jugar a los médicos. Es un miranines, un señor mayor que teme a la muerte y a la vida.

En su novela se muestra despiadado con la mujer del protagonista, Francisca, que a través de un abogado y por teléfono le pide el divorcio por sorpresa, pese a que están a unos pocos metros de distancia en su casa. Y luego lo despluma. ¿Esto pasa en la vida real?
—Este caso lo conocí de un amigo mío. La mujer le dice que hable con su abogado y resulta que era para pedirle el divorcio. Es verdad que él tenía muchas amantes pero es muy mallorquín eso de «que a ella no le falte de nada». Hay abogados carniceros que se ensañan. Mi amigo al final pudo rehacerse, es un hombre de éxito.

Describe a Francisca como un cap de fibló y tampoco les va mejor al resto de mujeres de su libro. ¿Somos fenómenos metereológicos que lo arrasan todo a su paso?
—Ella se divorcia porque está harta de cuidarlo. Es un mimado, un comodón y ella prefiere librarse de la carga de ese hombre. Él vivía tranquilo, relativamente. Francisca es de esas mujeres que lo dejan para irse con sus amigas. Es un feminismo mal asimilado en una generación no feminista que está educada para cuidar.

También es bastante duro con las otras dos mujeres, Geisa y Monica, que parecen que son la misma.
—En el caso de Geisa [la mujer que conoció en el crucero], es una mujer maltratada que busca auxilio en el protagonista, aunque hay cierta coquetería. Y la mujer de Buenos Aires, Mónica, es muy coqueta y lo deja tirado porque cree que tendrá que cargar con un niño grande. Él es un ser desvalido que le compra de todo. Gesia y Mónica tienen algo de irreal, existen más en la mente del protagonista. Y me gusta jugar con esa similitud, ¿Son dos mujeres? ¿Es una o no existe?

Este año ha publicado tres libros, y además sigue con su columna diaria en Ultima Hora.
—En abril se publicó un libro editado por el Ajuntament de Santa Margalida con reportajes periodísticos que van desde Santa Margalidad a Can Picafort o Son Serra. En mayo publiqué un ensayo sobre descendientes de judíos conversos, Xuetes 5.0., publicado con Lleonard Muntaner. Y luego salió el premio que se tenías que publicar por las fiestas. Ha sido todo una coincidencia.

¿Tiene alguna novela en mente?
—Me han encargado la biografía de un hombre. Y una novela: será una saga sobre los últimos cincuenta años de sa Pobla, el hundimiento de familias pseudocaciquiles, cómo se ha hundido un pueblo que ahora está entre los que tiene las rentas más bajas como consecuencia de la inmigración descompensada. El pueblo no ha asumido los 4.000 inmigrantes, los ha soportado.