El director francés Robin Campillo y los productores Hugues Charbonneau y Marie-Ange Luciani, tras la gala de los premios César. | Reuters

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En la noche destinada a animar el combate de las mujeres contra los abusos sexuales, que la gala de los César del cine francés recordó con un lazo blanco en la solapa de todos los asistentes, fue otra lucha, la que en los años 80 se libró contra el sida la que triunfó a través de 120 batements par minute.

La obra de Robin Campillo, que repasa la militancia de los activistas más radicales que en aquella década quisieron sacar a la luz el sufrimiento de los seropositivos, se hizo con seis Cesar del cine francés, entre ellos el de mejor película.

Un triunfo que vivió ante la mirada del director español Pedro Almodovar, que había acudido a arropar a Penélope Cruz, galardonada por el conjunto de su carrera, pero que vio como el cine francés encumbraba la película que él había querido ensalzar en el pasado Festival de Cannes, en el que presidía el jurado.

Premios César

Entonces, 120 batements par minute solo pudo hacerse con el Gran Premio, mientras la ansiada Palma de Oro recaía en The square, ante el disgusto confeso del director español.

La revancha se la tomó en su propia casa, donde sus pares eligieron a la emotiva obra como mejor película y reconocieron el trabajo artesanal de Campillo, montador y autor del guión original, además de la mejor música y de dos de sus intérpretes, el francés Antoine Reinartz como mejor secundario, y el argentino Nahuel Pérez Biscayart como mejor actor revelación.

Un triunfo para este bonaerense de 31 años que ha encontrado en Francia una patria para mostrar su arte, como bien reconoció tras recoger la estatuilla que, dijo, aguardaba con tensión.

Buena prueba de lo bien que le trata el cine galo es que también protagonizaba la otra gran favorita de la noche, Au revoir là-haut, de Albert Dupontel, aunque no fue nominado por ese trabajo en el que aparece casi toda la película oculto tras una máscara.

Dupontel, que había amasado 13 candidaturas, las mimas que 120 batements par minute, se marchó con cinco, pero con la de mejor director para el cineasta, que también protagoniza de la película.

Y el de guión adaptado, que recogió el literato Pierre Lemaitre, autor de la novela que da nombre a la película y con la que ya ganó el prestigioso premio Goncourt en 2013 narrando las desventuras de dos soldados que vuelven a Francia tras la Primera Guerra Mundial.

La modesta Petit Paysan, la historia sobre un ganadero de la Francia profunda que pelea para salvar su manada de vacas de una epidemia, contada por Hubert Charuel, se llevó tres galardones, pero de marca, el de mejor actor, en la persona de Swann Arlaud, el de mejor ópera prima y el de mejor secundaria para Sara Giraudeau.

El combate de las mujeres sobrevoló la noche, aunque lo hizo menos con gravedad que con humor, sin olvidar la importancia del combate.

El presentador de la gala, Manu Payet, pidió a todos los asistentes que se levantaran y pensaran en el problema: «He escuchado que solo afecta a Hollywood y no a Francia. De una vez por todas hay que decir que no hay ningún 'no' que quiere decir 'sí'».

El resto de la noche transcurrió entre bromas sobre el asunto, desde la presentadora que se quejó de que no hubiera mujeres nominadas al galardón al mejor actor secundario a quien propuso rebautizar el premio como «la» Cesar.

El cine francés se acordó de Jeanne Moreau y de Jean Rochefort, dos monumentos fallecidos el año pasado, pero también del rockero Johnny Hallyday, que hizo siete películas.

Por vez primera recompensaron a la película más taquillera, Raid Dingue, de Dany Boom, el conocido protagonista de Bienvenidos al norte, y encumbraron a la rusa Faute d'amour, de Andrei Zviaguintsev, premio del jurado en Cannes, como mejor película extranjera.

Contra pronóstico, Jeanne Balibar ganó el César a la mejor actriz por su encarnación de la cantante Barbara en la película del mismo nombre de Mathieu Amalric y por delante de figuras de la talla de Juliette Binoche, Emmanuelle Devos o Charlotte Gainsbourg

Pero la ovación más cerrada se la llevó Penélope Cruz tras recibir el premio de manos de Pedro Almodóvar, en un gesto contrario al que en 2000 protagonizaron en Hollywood cuando el manchego ganó el Oscar por Todo sobre mi madre.

La intérprete, que no pudo reprimir las lágrimas ante su marido, Javier Bardem, y su madre, a quien agradeció su apoyo cuando siendo una niña de San Sebastián de los Reyes dijo en casa que quería ser actriz.

«Si quise serlo fue en buena parte por tu culpa», le dijo a Almodóvar, que antes había asegurado que Penélope «en ocho minutos se apropia de una película».