El director británico Jonathan Cohen posó en Palma después de uno de los ensayos. | Joan Torres

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Jonathan Cohen (Mánchester, 1977) está considerado uno de los mejores músicos jóvenes británicos de la actualidad. A pesar de su edad, ha desarrollado una destacada carrera como director e instrumentista, orientada, desde hace años, a la música barroca. Por ese motivo, ha sido elegido para dirigir a la Orquestra Simfònica de les Illes Balears en su octavo concierto de la temporada, La Misa en Si menor de J. S. Bach, que interpretará este viernes en el Auditórium de Palma (20.00 horas). Además de ponerse al frente de distintas orquestas, Cohen lidera el colectivo Arcangelo, del que también es fundador.

¿Cómo ha sido la toma de contacto con la Simfònica?
— Lo he disfrutado mucho. Es un grupo muy dedicado, que vive la música al máximo. Me he encontrado con unos intérpretes muy interesados en este tipo de música, y eso es muy motivador. Ensayé el domingo con el coro [el Cor Universitat Illes Balears], el lunes con la orquesta y hoy [por ayer] con los solistas.

¿Qué particularidades tiene la Misa en Si menor, de Bach?
— Es una pieza muy grande, de dos horas de duración, que se hacen más largas por la cantidad de retos y detalles que incluye. La obra es un conjunto de trabajos que Bach, en sus últimos años, quiso reunir y dar un sentido unitario. Es una pieza muy inteligente, arquitectónica, en la que se juntan partes majestuosas, con coro y trompetas, y otras minimalistas, basadas en unos pocos instrumentos de cuerda. Para mí es como si Bach quisiera decir: ‘Esto es lo que ha pasado a lo largo de mi trayectoria en la música’. Es una biblia, un testimonio de su vida.

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En el concierto, aparte de dirigir, también toca el órgano.
— Sí, así es. En las partes de música de cámara me pongo al piano, y en las de gran orquesta, dirijo. El papel del director en un concierto de música barroca es distinto al que la gente está acostumbrado. En esa época, los grupos de música de cámara se guiaban por el violín o el teclado, no existía la figura del director como tal. Yo procuro respetar ese espíritu en la medida de lo posible. Cuando toco el piano, dejo que la banda me siga de forma más libre porque, desde mi experiencia, cuando el músico está obligado a escuchar para saber qué hacer, interpreta mejor. Creo que así es cómo debería comportarse cualquier jefe en una empresa: si los empleados están haciendo un buen trabajo, debe dejarles hacer hasta que ellos le pidan ayuda.

Además del piano, es usted un gran violoncelista.
— El violoncelo fue mi primer instrumento, como lo es de la mayoría de directores. Esto ocurre porque el ‘chelo’ marca la línea musical en el repertorio barroco y ayuda a entender las armonías.

¿Cuándo y por qué decide fundar el grupo Arcangelo?
— Fue en 2010. En Inglaterra había una gran cantidad de maestros barrocos en los años 70, como consecuencia de un boom, pero desde entonces han ido surgiendo una serie de jóvenes músicos que han cambiado la forma de entender y ejecutar el género. Quería hacer una orquesta integrada por los miembros de esta nueva generación para darles visibilidad, ahora que los especialistas de los años 70 se están retirando, y también darles la oportunidad de trabajar juntos.

También ha grabado un buen número de discos de música barroca. ¿Cuál es la clave para hacer un buen disco de música clásica?
— Es interesante porque se supone que en una grabación tiene que sonar todo perfecto. Sin embargo, considero que es necesario dar algo más. A veces, con ser perfecto no es suficiente; tenemos que ser reales. Si tocas la misma pieza un centenar de veces para que sea perfecta, te acabas convirtiendo en aburrido. Se pierde el amor por la música. Sí, yo diría que una buena grabación es la que capta el amor por la música.

¿Qué tiene el barroco que le ha llevado a dedicarse a él?
— Tiene mucho que ver con mi gusto por las armonías, un terreno en el que el barroco es especialmente fértil. Pero, eh, también soy un gran fan de lo contemporáneo.