David Bisbal durante el concierto. | M. À. Cañellas

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Sus conciertos se rodean de un enjambre de admiradores y curiosos, normal, ya son más de 15 años en el candelero. Con o sin rizos, David Bisbal es uno de los artistas más arrolladores del concierto nacional, eso no hay quien lo discuta. Esta vez metió a alrededor de 3.500 almas en el recinto de Son Fusteret de Palma, una cifra que acompañó la puesta de largo de Hijos del mar, un trabajo donde el almeriense muestra su faceta más electrónica y reivindicativa, rodeado de amigos como Antonio Orozco y Vega, entre otros.

Garante de notoriedad, la suya es la voz más rentable nacida a la sombra del talent show, tal y como constata su obra, breve pero muy cuidada. Bisbal conoce la profesión, cada uno de sus discos contiene al menos un éxito, suficiente para llenar el depósito y seguir devorando kilómetros. De modo que sus conciertos no son más que la guida, ceremonias donde se trata de complacer a los ya previamente convencidos. En Palma, el público era mayoritariamente femenino, con ganas de cantar a pleno pulmón y bailar cuanto fuera posible. De esa guisa arrancaba la velada, cinco minutos por encima de lo previsto. Mi norte es tu sur abría el telón, amparada en el eco sordo que, ocasionalmente, desluce la música en Son Fusteret.

El público se volcó con la actuación de Bisbal.

Tras unos retoques, el segundo corte, Antes que no, se acompañaba de un sonido cristalino. Proyecciones tridimensionales, luces láser y otros efectos conformaban la estética de un show diseñado al milímetro, donde la voz protagonista estuvo arropada por una banda de contrastada eficacia. También hubo momentos extramusicales, cuando el artista se deslizó por el escenario contorneando la pelvis, luciendo percha y arrancando sonoras ovaciones del público femenino, enloquecido ante cualquier demostración atlética de Bisbal.

El cantante siguió incursionado en su nuevo repertorio, comprobado que a los más fieles les han bastado unos meses para interiorizar las letras. Letras en las que se muestra tan enamoradizo como de costumbre, y que sirven para poner banda sonora al verano. Así de contundente (y efímera) es su propuesta.