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Histriónico, teatral, seductor, sensual...genial. Prince Rogers Nelson falleció hoy a los 57 años en su estudio de Paisley Park, en la localidad de Chanhassen (Mineapolis).

Después de casi cuarenta años revolucionando la escena musical, Prince deja este mundo como Príncipe, sin la etiqueta de «rey», pero con un reino propio que deja en generosa herencia a miles de melómanos de todo el planeta.

La noticia de su muerte vuelve a teñir de luto al mundo de la música que, en este trágico 2016, todavía no se ha recuperado del fallecimiento de David Bowie el pasado 10 de enero.

Por desgracia, las coincidencias van más allá del año necrológico: tanto Prince como Bowie son seres irrecuperables y necesarios y, por supuesto, irrepetibles.

Ambos escaparon de su tiempo y se convirtieron prolíficos artistas, singulares y valientes que trascendieron todos los géneros musicales y llenaron nuestras vidas de canciones inolvidables.

De hecho, en uno de sus últimos conciertos, en marzo, en Toronto (Canadá), el también llamado genio de Mineápolis interpretó al piano «Heroes», un himno generacional que Bowie nos legó a los terrícolas en un lejano 1977.

Sería un año después de aquel disco berlinés de Bowie cuando apareció «For you», el primer álbum de un joven Prince.

Es verdad que si bien no tuvo muchas ventas -ni éxito-, si presentaba su clásica etiqueta que apareció en toda su carrera: «Produced, arranged, composed and performed by Prince» (Producido, arreglado, compuesto y realizado por Prince).

Esto era así porque Prince era un artista total a la manera que se entendía en el Renacimiento. Cantante, compositor, arreglista e instrumentista, dirigió su carrera de forma férrea y combativa.

No hay que olvidar que en los años 90, Prince cambió su nombre por «un símbolo del amor"y se tatuó la palabra «esclavo» para denunciar las condiciones comerciales de Warner, su antes querida compañía discográfica.

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De aquella batalla nos quedó aquella herida tan rara que decía que había que llamarle TAFKAP o «el artista antes conocido como Prince». Cosas de genios incomprendidos.

Frente a estas anécdotas de mercado, está PRINCE con mayúsculas. Y fue en los años ochenta cuando demostró que era uno de los renovadores de la música sin etiquetas.

Su trabajo más popular,"Purple Rain"(1984), banda sonora de la película homónima, le convirtió en un icono mundial y catapultó su estilo personal y visual a las primeras páginas de la prensa global.

Capaz de unir el funk, el rock y el R&B sin aspavientos, el pequeño -en el colegio se reían por su estatura de 1,58- gran hombre se ligaba a las chicas más guapas del planeta rock y, además, componía éxitos mundiales como «Little Red Corvette», «Let's Go Crazy» y «When Doves Cry».

El estilo Prince infectó el mundo del pop. Sin miedo y con descaro, introdujo el sexo explícito en los mojigatos salones de las grandes estrellas y nos enseñó que ser generoso es la mejor fórmula para la creatividad.

Así lo pueden confirmar los artistas Sinéad O'Connor ("Nothing Compares 2 U"), Tom Jones ("Kiss"), Mariah Carey ("The Beautiful Ones"), Alicia Keys ("How Come You Dont Call Me") o The Bangles ("Manic Monday"), que interpretaron sus composiciones y fueron regalados con éxitos de número uno.

Un total de 39 álbumes, muchos de ellos imprescindibles como «1999», «Sign O Times» o «Diamonds and Pearls», jalonan la carrera de este artista de ego gigante, alimentación vegetariana y ritmo de trabajo incansable.

Después de una primera década de siglo embarcado en lanzamientos musicales sin mucho público, en los últimos años se encontraba pleno de forma.

Reconciliado con Warner Music, en 2014 publicó «Art Official Age», un disco que resucitó el interés por los sonidos calientes, el funk brillante, el ritmo sincopado y le devolvió al olimpo del pop.

Hoy, por casualidad, el día del 57 cumpleaños del líder de The Cure Robert Smith, el príncipe abandona a los mortales que observan como la lluvia púrpura cae mientras su música personal e inconfundible permanece entre las hojas húmedas de un parque nocturno en Mineapolis.