Pere Terrasa, en el antiguo refectorio de Santa Elisabet, con un gran cuadro de ‘La última cena’ al fondo, dispuesto a volcar en el ordenador los datos del medidor de temperatura. | Pilar Pellicer

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El restaurador Pere Terrasa anda inmerso en la «evaluación de riesgos» que supone el traslado de los cuadros del convento de Santa Elisabet, de Palma, a Sant Bartomeu, de Inca, ambos de monjas jerónimas, mientras mide la humedad relativa, la temperatura y el punto de rocío que afectan a la sala del monasterio de Palma donde las piezas llevan desde el pasado verano embalados y encerrados, y de la Sala Capitular de Inca, sobre la que este experto opina que es el mejor lugar para su depósito temporal. Una vez elaborado un informe, deberá presentarlo a Patrimoni Històric del Consell.

Los «riesgos del traslado», añade, «no se refieren al problema que puede ocasionar llevarte un cuadro de un lugar a otro en un camión», «sino conocer bien el lugar al que nos vamos para tomar medidas, decisiones» antes del ‘aterrizaje’.

«La humedad relativa es uno de los parámetros por los que más puede sufrir una obra de arte», añade Terrassa. En el caso de los cuadros de las jerónimas puede afectar a la policromía, a la madera, a la tela, según sean lienzos o tablas que pertenecieron a retablos, como es el caso del Sant Jeroni, obra de Pere Terrencs, del siglo XV, cuya pintura se cuartea tras las inundaciones del pasado septiembre en la iglesia. «Si las oscilaciones [de humedad] son grandes pueden provocar problemas».