Imagen de archivo de una edición anterior del festival de cómic de Angulema.

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Las mujeres «deben tener las mismas oportunidades que los hombres»; «con esta rectificación se están curando en salud»; «tener más visibilidad parece difícil y muy costoso». Estas son algunas reacciones del sector del cómic de la Isla frente a la polémica que sacude estos días al festival de cómic de Angulema (Francia). ¿La razón? No incluir, inicialmente, a ninguna mujer entre los 30 nominados al galardón que el certamen convoca anualmente y que, precisamente, en su historia solo ha sido otorgado a una autora, Florence Cestac.

Desde el festival, uno de los más importantes del cómic, se defendieron del aluvión de quejas con un comunicado que decía: «Lamentamos que la relación con las autoras femeninas esté siendo considerada exclusivamente a través del prisma reductor del Grand Prix, aunque entendemos que la dimensión simbólica de un evento público tan importante como el festival puede ser una oportunidad para expresar preocupación y defensa de esta causa».

Después de que varios de los nominados retiraran su candidatura y que algunas asociaciones femeninas realizaran protestas formales, el certamen ha optado por introducir a seis mujeres a los 30 hombres ya nominados: la estadounidense Linda Barry, la canadiense Julie Doucet, la japonesa Moto Hagio, la francesa Chantar Montellier, la franco-iraní Marjane Satrapi y la británica Posy Simmond, con la intención de que «el debate de hoy pueda permitir un progreso real para esta causa, con el fin de convertirse en un marcador para los próximos años».

«Es algo que no está bien, y no solo por el típico discurso feminista que ya está muy manido. Creo que no hay que hacer distinciones entre hombres y mujeres», señala Ana Sainz Quesada, conocida en el sector como Anapurna. «Aunque es un mundo mayoritariamente representado por hombres, hay mujeres con carreras tan extensas como las suyas. Que hayan introducido a mujeres ahora parece que es porque no les quedaba otra opción», admite.

Bartolomé Seguí no es «partidario de las cuotas o de buscarle el sexo a una obra artística. No obstante, son cada vez más las autoras que han revitalizado este medio con excelentes trabajos como para merecer por derecho propio estar en esa selección», apunta.

«Considero que hay muchas mujeres con la calidad suficiente como para estar en la lista de nominados», afirma Flavia Gargiulo.

Francesc Capdevila ‘Max’, por su parte, considera también que el problema está en «la selección de los finalistas». «La cosa es un poco truculenta, porque este cambio de opinión está claramente movido por presiones externas. Por otro lado, es bien cierto que las cuotas que se aplican en la política no tienen lugar en el arte, donde hay que seleccionar a los mejores, sean hombres o mujeres», asegura.

Enriqueta Llorca ve el hecho de haber incluido a mujeres después de toda la polémica como «una limosna, y pagar con limosnas está muy mal. Cuando leí la noticia no me sorprendió mucho, aunque sí me indignó».