The Misery Strings durante su concierto en el Rocafort. | JOSE LUIS LUNA ROCAFORT

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Según el Anuario SGAE de las Artes Escénicas, Musicales y Audiovisuales referente a la industrial cultural en 2014, el consumo de la música en vivo ha descendido un 8,35 por ciento con respecto a la temporada anterior.

Uno de los factores que hacen atractivos a los festivales es la cantidad y diversidad estilística de las bandas. Algo que juega en contra de las salas de conciertos, ya que la gente se muestra reticente a pagar por ver a grupos desconocidos, algo que sí ocurre en otros países europeos.

Sebas Rosselló, codirector del Solar Fest, percibe «una caída del interés del público en la música en directo. No hay relevo generacional, la gente más joven no va a conciertos y eso se nota mucho en la media de edad del público. Así que, si nadie compra discos y cada vez va menos gente a conciertos, la supervivencia de los músicos es imposible».