Miquel Tur Ensenyat, Miquel Àngel Barceló, Àngel Aparicio, Rafel Sedano y Juanlu Iglesias, en la visita.

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Han pasado dos décadas desde que técnicos del Grup d’Estudi de les Fortificacions Balears (GEFB) informaran al Consell de Mallorca de las primeras deficiencias en la torre de Cala Figuera, en Calvià. Una primera fisura que veinte años después, ante la desidia de «la Administración pública y la propiedad», ha llevado a este Bien de Interés Cultural a una situación de «derrumbe inminente».

Alertas de nuevos deterioros, informes técnicos sobre sus patologías, acompañados por alarmante material fotográfico, se han hecho llegar desde 1996 años a la institución insular para tratar de poner freno al estado casi ruinoso de esta torre.

Cabe recordar, que por la ley de 1949, este bien goza «de la máxima protección con unas figuras jurídicas legales que lo protegen y que son aplicables por el Consell Insular, que hasta hace unos días no ha hecho uso de ellas», recordó Ángel Aparicio, presidente del GEFB.

La situación ha empeorado y, en este estado, la manifestación del otoño y nuevas lluvias no garantizan que no vaya a más. Casi la mitad de la estructura se ha caído, las piedras se amontonan en torno a la base o zócalo de la torre, rodeada de vallas de seguridad. No hay ninguna zona intacta.

La propiedad de la torre de Cala Figuera no ha dado indicios de querer preservarla y el Consell, responsable de velar por el cumplimiento de la Ley de Patrimonio Histórico, «ha manifestado una pasividad extrema durante estos años», valoraba Aparicio.