Loquillo, en una imagen promocional. | Redacción Cultura

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Actitud, mucha pose y una preponderancia torrencial. Ese es Loquillo. Un auténtico animal escénico que utiliza una primera persona que se desborda con frenesí. Icono de los ochenta, hace años que desertó del prototipo en el que militó con enorme éxito, cuando se desgañitaba cantando aquello de «yo para ser feliz quiero un camión». El 20 de junio visitará el Poliesportiu Sa Rutlana (Fornalutx), a las 21.30, donde compartirá cartel con Rumba Nostra y Xeremiers de Fornalutx, en una fiesta que rematará DJ Toito hasta bien entrada la madrugada.

Clásicos como El rompeolas, Ritmo de garage y Cadillac solitario se fundirán con su repertorio más reciente: Memoria de jóvenes airados, Línea clara o Cruzando el paraíso, entre otros. Pasado y presente se citan en los conciertos del ‘loco’, personaje en el que José María Sanz (Barcelona, 1960) se metió a finales de los setenta, cuando jugaba al baloncesto y Epi le puso el apodo. Sanz es un artista que nunca se ha aclimatado a la rutina, tras un pasado eléctrico saltó a la poesía de Benedetti, Biedma y Papasseit, y ahora impregna sus nuevas canciones con una pátina de la rebeldía generacional de los autores beat –una corriente literaria conceptualmente ligada con la filosofía del rock–.