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El escritor barcelonés Juan Goytisolo ha llegado este jueves al paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, donde recibirá el Premio Cervantes. Ttal y como prometió ha llegado sin chaqué y sin demasiada emoción, aunque vestido con una corbata que, según ha señalado, tiene 35 años, y ha bromeado a la multitud de periodistas que le han rodeado a su llegada, diciendo que se sentía «Luis Bárcenas al llegar al juzgado».

Entrega

Juan Goytisolo ha afirmado, al agradecer el Premio Cervantes, que, al igual que al héroe del «Quijote», a los lectores «tocados por la gracia» de esa novela les resulta difícil aceptar un mundo «aquejado de paro, corrupción y crecientes desigualdades sociales» como el actual.

«Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia», ha asegurado hoy Juan Goytisolo en su discurso, breve, contundente y de marcado carácter social, en el que manifestó su admiración por el «Quijote», esa novela «cuya fuerza genésica alcanzaría una dimensión sin fronteras ni épocas».

Y un discurso en el que Goytisolo, «incurable aprendiz de escribidor», reivindicó la necesidad de «volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura». Esa es «la lección del 'Quijote'».

«Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia», dijo Goytisolo (Barcelona, 1931) al final de su discurso, en el que ese «podemos» fue un claro guiño hacia el partido que lidera Pablo Iglesias y por el que el premiado no oculta sus simpatías.

El escritor dedicó su discurso, titulado «A la llana y sin rodeos», una frase de Cervantes, a su maestro Francisco Márquez Villanueva y a los habitantes de la Medina de Marraquech, que lo «han sabido acoger con cariño en esta etapa de la vida que es la vejez».

«Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria». Esta frase de Pessoa, con la que Goytisolo se identifica plenamente, le hizo afirmar que «ser objeto de halagos por la institución literaria» lo lleva a dudar de sí mismo, pero «ser persona non grata a ojos de ella» lo reconforta en su conducta y labor.

«Desde la altura de la edad, siento la aceptación del reconocimiento como un golpe de espada en el agua, como una inútil celebración», dijo Goytisolo ante las autoridades que asistieron a la ceremonia, entre ellas los Reyes, el presidente de la Comunidad de Madrid y el ministro de Cultura.

Contrario a los nacionalismos «de toda índole», el autor de «Señas de identidad» abrazó hace años «como un salvavidas» la nacionalidad cervantina «reivindicada por Carlos Fuentes». «Cervantear es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía», señaló este gran conocedor de la literatura clásica española.

«Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias», agregó.

«Devoto de Cervantes», como se declara con frecuencia, Goytisolo aprovechó la ceremonia para criticar el «empecinamiento» de las autoridades en desenterrar «los pobres huesos» del escritor y «comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China», y se preguntó si no sería mejor «sacar a la luz los episodios oscuros» de su vida «tras su rescate laborioso de Argel».

«¿Cuántos lectores del 'Quijote' conocen las estrecheces y miseria que padeció (Cervantes), su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?"

La verdad sobre la vida de Cervantes «no se ha impuesto fuera de un puñado de eruditos» y, sin embargo, en cada centenario del «Quijote» se suceden los homenajes y celebraciones que «engordan a la burocracia oficial y sus vientres sentados».

Crítico implacable con las injusticias y desigualdades sociales que hay en el mundo, el autor de «Juan sin tierra» se imaginó al Quijote «acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la moderna Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera».

Y se lo imaginó también «al pie de las verjas de Ceuta y Melilla (...) socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad».

«Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos», señaló.

Tras referirse a la crisis económica, política y social que vive la «Marca España», con más del 20 por ciento de los niños bajo el umbral de la pobreza, según las estadísticas, Goytisolo aseguró que hay múltiples razones «para indignarse y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo».

«No se trata de poner la pluma al servicio de una causa por justa que sea sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura». Y Cervantes mostró el camino para hacerlo en el «Quijote», ese «portentoso relato de relatos que se despliega hasta el infinito».