A la izquierda, Bloum Cárdenas, nieta de Niki de Saint Phalle, en la presentación de la exposición del Guggenheim, bajo una de las piezas ‘Disparo’, violencia para la crítica social. | Erika Ede

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«Mi madre era muy nerviosa, Mallorca le dio la paz y la estabilidad que necesitaba para crear». Laura Duke, actriz, hija de la artista Niki de Saint Phalle (Francia, 1930 - San Diego, Estados Unidos, 2002), recuerda al otro lado del teléfono la estancia de la familia en la Isla durante la década de los cincuenta. Laura hablaba así hace unos días desde Bilbao, donde el museo Guggenheim expone la primera retrospectiva en España de la obra de su progenitora, considerada la precursora del feminismo en el arte en el siglo XX.

A raíz de esta exposición, alguien nos contó que Saint Phalle había vivido o pasado por Mallorca, y decidimos seguir su estela. Conocíamos su obra y sabíamos que había sido una artista rompedora, con una obra muy personal y una vida un tanto fuera de lo común que la llevó a defender causas por los derechos humanos, a un compromiso político y social o a luchar contra la sociedad patriarcal, ideas y aptitudes vertió en el arte, convirtiendo a la mujer en la «heroína» y el centro de su extenso trabajo.

«Descubrir el arte fue una suerte para mí, porque, a nivel psicológico, tenía todo lo necesario para convertirme en terrorista. En lugar de ello utilicé las armas para una buena causa: la del arte», escribió la propia Niki, hija de una familia de clase alta que le había diseñado un destino al que ella renuncio para convertirse en una artista autodidacta. También fue modelo ocasional o cineasta, por ejemplo.

Comenzamos a seguir su pista por Deià, suponiendo que podría haber sido uno de sus destinos. Así, recurrimos a la memoria de William Graves, hijo mayor del escritor Robert Graves, quien confirmó esta intuición y nos condujo hasta la foto en la que Niki, su esposo, el escritor Harry Matthews, y la actriz Ava Gardner, son recibidos en el aeródromo de Son Bonet de Palma por Graves y su esposa Beryl en los años cincuenta del siglo pasado. También nos pusimos en contacto con el museo bilbaíno, por si dispusieran de algún dato. La respuesta nos alegró el día. La hija de Niki de Saint Phalle, Laura, y su nieta, Bloum Cárdenas, asistirían a la inauguración, y nos prometieron una charla telefónica con ellas una vez pasado el evento.

Ambas fueron muy amables y Laura se mostró encantada de recordar un tiempo que fue «el más feliz de mi vida, de mi infancia. Fuimos una familia muy feliz en aquel momento, mi hermano Phillip nació en Palma [en 1955]. Teníamos una vida sencilla, en una tierra tranquila, pero muy rica culturalmente, había una comunidad de artistas, todo el mundo se nutría de los demás».

Los lazos de su madre con Mallorca «fueron muy estrechos», cuenta. Sobre si influyó en su obra, tanto Laura como Bloum concluyen que «lo que más le podía llamar la atención fue esa tranquilidad, el contacto con la naturaleza y la cultura de la Isla, le dieron calma, templanza y también seguridad, unos rasgos que se ven, sobre todo, en la última etapa de su trabajo».

En Deià, su hogar durante dos años, la familia mantenía estrecha relación con la de Robert Graves y la del lulista Anthony Bonner.